miércoles, 26 de noviembre de 2014

CAMINO A ORIENTE (Fin): La Energía, La Muerte y La Vida






LA ENERGÍA



“El lobo siempre camina con cuidado, trata de pasar desapercibido. Imperceptible para sus enemigos e invisible para sus presas. Anda siempre de cacería al tiempo que evita ser cazado. Para ello camina sin hacer ruido, paso a paso, calculando cada movimiento que da con cada una de sus patas. No pisa las hojas ni ramas secas, tampoco las piedras sueltas y camina contra el viento. Su fino olfato le advierte sobre el entorno, lo mismo que su aguzado oído, pues no en vano sus orejas están permanentemente erguidas.

Es audaz y prudente. Su mayor virtud es la atención, un lobo rara vez anda distraído, se concentra en cada acto de su vida, para realizarlo a la perfección. Sabe que en su vida los errores se pueden pagar con la muerte. Es tan astuto, que aunque primo del perro no ladra ni es bullicioso como éste. Ladrar es un acto imprudente. Él sabe que para amedrentar basta con mostrar sus colmillos y mirar ferozmente. Pero tiene su corazón. Su espíritu es el de un poeta, pues no resiste el encanto de las noches de luna llena. A esa inalcanzable esfera blanca le canta, le aúlla, no sabe si de tristeza o de alegría.

Ahora nos volveremos lobos:

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©1998, Abel Carvajal. ©2013, edición revisada y corregida por el autor. Reservados todos los derechos de autor en todas las lenguas. Ilustraciones y diseño para la presente edición por el autor. mateolevi@gmail.com



miércoles, 12 de noviembre de 2014

CAMINO A ORIENTE (IV): El Perdón, La Fe y El Ego

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EL PERDÓN



Eran las seis y diez, no requería del despertador para levantarse temprano en las mañanas. Su conciencia se encendía a esa hora más o menos. Dormía bien, unas siete u ocho horas.

Bajó a la cocina, se tomó dos vasos de agua al clima y salió al jardín en ropa interior, como acostumbraba dormir. Calentó y estiró sus músculos, tomó aire profundamente e inició sus ejercicios de equilibrio y armonía. Ejercicios caracterizados por movimientos suaves y lentos, para centrar la energía tal y como un chamán mexicano se los había enseñado, imitación de animales, de actividades o juegos de los niños y de los mayores. Él les había adicionado otros más. En China practican una gimnasia similar denominada Tai chi.

Cuarenta y cinco minutos después estaba duchándose.

Desayunó.

Continuó la lectura del pergamino en el jardín.

“Perdonar, palabra que los hombres repiten hasta en las oraciones pero en la que no creen, ni siquiera la aceptan. Muchas veces ponen el orgullo por sobre el perdón. Algunos hasta afirman que perdonar es mostrar debilidad. ¡Oh, cuán ignorantes son quienes así piensan! No saben qué tan poderoso es el perdón y cuán poderoso hace al hombre que perdona. Cada vez que un hombre perdona en la Tierra abre una puerta en el Cielo. Cuando el ofendido perdona a su agresor, éste ya está vencido.

El perdón es de origen Divino, pero es que le hombre también lo es, por eso lo puede y lo debe dar. El verdadero perdón procede del amor y por tanto se encuentra en el corazón, se da sin razón en generoso sentimiento.

El hombre que perdona es grande ante él mismo, ante los otros hombres y ante Dios. Es sabio porque conoce su poder, es poderoso porque lo posee e invencible porque se conquista a sí mismo...

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miércoles, 29 de octubre de 2014

CAMINO A ORIENTE (III): La Felicidad, Los Tres Poderes y El Amor



LA FELICIDAD



“¡Cuántos humanos quisieran vivir como los delfines del océano que nadan, juegan, saltan y aman sin reglas ni restricciones! Sin tener que pensar en obligaciones, en dinero, en trabajar, en estudiar, en solucionar problemas, en aparentar ante otros, en cuidar sus posesiones materiales. ¿Acaso son los hombres más felices y libres que estos maravillosos cetáceos o que cualquier otro mamífero o ave de la Tierra? ¿Por qué otros seres de la Creación pueden ser felices mientras el Hombre, el heredero de Dios en la Tierra, anhela serlo sin lograrlo?”

Las palabras del antiguo pergamino eran contundentes. ¿De dónde lo habría sacado el alquimista? ¿Lo habría escrito él o también se lo habrían obsequiado? ¿Lo escrito aquí serviría realmente a los humanos?... Eran los cuestionamientos que deseaba plantearle al alquimista.

Prosiguió la lectura:

“La felicidad es un estado natural de armonía en el mundo, no es un concepto de la mente humana, por eso los seres con supuesta menor inteligencia, lo animales, lo logran desde su nacimiento, mientras los hombres pueden morir y nacer mil veces sin sentirla. Su mente los traiciona y los confunde. Creen que la felicidad es una explosión anímica, placer, emoción positiva al alcanzar las metas impuestas por su sociedad, por otros humanos o por sí mismos.

Se engañan pensando que el poseer dinero, salud, admiración, reconocimiento, poder o determinados bienes les dará felicidad. Se dicen a sí mismos: el día en que acumule tal cantidad de dinero seré feliz, el día en que tenga una casa como la he soñado seré feliz, el día en que me pueda retirar a vivir de una renta seré feliz, el día en que obtenga el auto que me gusta seré feliz, el día en que me cure de esta enfermedad seré feliz… Y ese día tal vez llegue o no. Si así sucede, tendrán una emoción jubilosa o una alegría que durará relativamente poco, pues al tiempo se cansarán o se olvidarán de lo anhelado y el objeto de su deseo para ser felices cambiará. Pero si nunca llega ese día serán infelices porque así se han programado.

Los hombres se aferran a una idea de felicidad que proviene de un concepto errado, lo llaman éxito.

El éxito no existe. Las metas no existen. Las posesiones no existen. La seguridad no existe… Todo es basura creada por la mente de los hombres. ¿Qué es el éxito para un colibrí? No sabe qué es el éxito y sin embargo siempre encuentra su alimento, el más delicioso manjar en el polen de las flores y el feliz. ¿Qué metas se traza una ballena? Ningún ser es de mayor tamaño que ella y vive sin metas, sin afanes, sin ambiciones, es feliz. ¿Qué bienes materiales posee el león? Ninguno, no obstante se le considera el rey de la selva y vive feliz. ¿Acaso existen las fronteras para las águilas, los halcones y los cóndores? Ciertamente no, y son felices. ¿Sabe una delicada flor que será cortada o pisoteada o que vivirá poco? No y pese a eso florece.

La mente de los hombres es la que ha creado una serie de conceptos que sólo les hacen la vida miserable....

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LOS TRES PODERES



Saludó con una espontánea sonrisa a las jóvenes recepcionistas del gimnasio, al que acostumbraba ir tres o cuatro veces por semana al caer la tarde. Aunque no era un idólatra del cuerpo sí se preocupaba por mantener una buena condición física. Creía firmemente en aquella máxima de “mente sana en cuerpo sano”.

Sin embargo él no veía la hora, aquella tarde, de concluir la sesión para regresar a su casa y continuar leyendo ese misterioso pergamino que el alquimista le había entregado.

Esa noche en el gimnasio se le acercaron tres chicas en diferentes ocasiones. Percibía que las atraía sin proponérselo, sentía que irradiaba cierto magnetismo, de algún modo una de ellas así se lo dio a entender. “Parece que la paz interior de la que gozo ahora se refleja al exterior y las mujeres tienen como una especie de radar para percibir este estado. Ellas ven más allá que el mero cuerpo, no son como nosotros los hombres...”

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 EL AMOR



Al despertar recordó algunas escenas difusas del sueño que acababa tener. Meditó sobre su significado, pues sabía que la causa era el pergamino.

“¡Ya sé!”, dijo castañeando sus dedos: “Las religiones se rigen por símbolos a los que le cristianismo no es ajeno… Por supuesto, está claro como el agua. Los tres Poderes están representados por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El amor corresponde al Padre, pues fuimos creados por y con amor. El perdón está simbolizado en el Hijo, Él vino a perdonarnos, a perdonar nuestros pecados. Y el Espíritu Santo representa la Fe, el creer, lo intangible, lo invisible, el Poder como tal”...

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miércoles, 15 de octubre de 2014

CAMINO A ORIENTE (II): La Ambición, Los Cuatro Elementos y La Sabiduría


LA AMBICIÓN



Ver  televisión había dejado de ser un vicio para él, ahora era el simple disfrute de un entretenimiento moderno, sin horario ni obsesión. Casualmente al cambiar de canal vio una agresiva disputa entre dos políticos candidatos al solio presidencial.

“¿Qué lleva a los hombres a esto?” se preguntó.

El alquimista lo escuchó. Decidió responderle, se incorporó de su mesa de trabajo y bajó hasta donde él. Le habló con apenas un susurro para no asustarlo:

“Aparentemente la ambición es la que mueve a los hombres a luchar por el poder, la fama o el dinero. Pero detrás de la ambición está el ego como el verdadero protagonista, que es lo mismo que la vanidad.

Los humanos que no han encontrado su camino creen que la plenitud se logra cuando se alcanza lo que se ha denominado éxito. Se les ha hecho creer que el rico es feliz, el poderoso feliz o el famoso es feliz, así digan  que se trata de realización personal. Pese a que intuyen y oyen decir que eso es basura no lo aceptan y malgastan su vida tras esa meta inexistente. Les pasa lo que a los atletas que participan en una carrera y corren porque ven a otros a su lado corriendo pero ninguno en realidad sabe dónde queda la meta. Todos están perdidos… y cansados. Y mientras más cansados menos dispuestos están a aceptar que la carrera no es ahí, es más, que no existe tal carrera.

Creen que con dinero, con montones de billetes, podrán adquirir bienes y servicios que los harán felices. Incluso sueñan despiertos pensando en la envidia que generarán entre sus amigos, compañeros, conocidos y demás, inflando así su ego. Vanidad ni más ni menos, que los insta a mantener la lucha por conseguirlo.

Igual entre quienes buscan poder o fama, sólo quieren satisfacer su ego, que los reconozcan como triunfadores, que digan de ellos que alcanzaron el éxito en la vida.

Al final de sus vidas, cuando ya es demasiado tarde, es cuando advierten que estaban engañados.

La ambición mantiene a sus víctimas en constante pelea con el mundo, con ellos mismos, como el león al acecho de una presa muy escurridiza. Les genera tensión, ansiedad y finalmente depresión cuando no la satisfacen. Es uno de los factores más perturbadores en la vida del individuo que se ha hecho esclavo de ella. La codicia es el caso más severo”.

“¡Vaya discurso!”, atinó a decir el hombre. Después de una breve reflexión preguntó: “¿Entonces nadie debe ambicionar nada?”

“Aunque sea difícil de aceptar, así es. Confórmate con lo que tienes y disfrútalo, no necesitas ni más ni menos de lo que la vida te da para ser feliz. El problema radica en que no dejan los humanos de compararse entre sí, lo que tienen y lo que no. Una envidia que muchas veces genera la codicia.

Pero no se debe caer en el extremo opuesto: el desinterés o el conformismo. Nada más hay que hacer lo que la naturaleza le dicta a cada uno. Que es muy diferente a lo que la mente dicta.

Los dictados de la mente ocasionan vida turbulenta, mientras que los del corazón dan una vida de sosiego.

Para que entiendas lo que acabo de decir no escuches a través del filtro analítico de y cuestionador de la mente, hazlo con el intuitivo corazón. El corazón es mejor consejero que la mente. Se equivoca ella muchas veces, pero él jamás. Lo que sucede es que no lo escuchamos bien sino que oímos lo que queremos oír”, dijo el alquimista.

“Entiendo”, repuso el hombre y agregó: “Por eso ya sabes quién dijo, hace casi dos mil años, que es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar al Reino de los Cielos. Se refería, no al hecho de que poseer dinero fuese dañino, sino al motor que impulsaba a buscarlo y poseerlo. El Reino de los Cielos es también la felicidad, la plenitud del Hombre aquí en la Tierra, además de encontrarla en la otra vida. Pero la plenitud no se alcanza con codicia, envidia o ego inflado con dinero, poder o fama. Sólo llega cuando se está libre de esas pesadas cargas, ligero, despreocupado como un niño”, concluyó.

“¡Bravo!” aplaudió el alquimista. “Vas por el camino correcto a oriente.

Y para ser más claro en su mensaje, el Maestro dijo además que había que ser como un niño para entrar al Reino de los Cielos. Actúa y sé como un niño, así encontrarás la plenitud, que está aquí y ahora en ti.

El día en que los hombres se revelen contra ese esquema o programa que llaman Ambición mejorará  su sociedad y en consecuencia sus vidas. Estarán a un paso de hallar la plenitud, sentirán el éxtasis y estarán más cerca de la realización de la especie humana”.





LOS CUATRO ELEMENTOS



Como lo acostumbraba al medio día, el hombre realizaba una sesión de relajación, la que practicaba desde la adolescencia con un fin nada distinto al de revitalizar su cuerpo. Nadie le había enseñado, la naturaleza se lo pidió a través de la modorra que a esas horas lo invadía. Tanto así, que un día en que no hizo su “siesta-relajación”, luego, a la una de la tarde en plena reunión de trabajo se durmió frente a su jefe.

La naturaleza es sabia, por alguna razón entre el medio día y las tres de la tarde, los animales y los humanos entran en estado de letargo. Los mamíferos duermen, los pájaros dejan de cantar y las demás aves dejan de volar. Los humanos sienten la pesadez de sus párpados y muchos caen en un corto sueño, una siesta. Pareciera que cuando el sol está en su cénit hay que hacer un alto en la jornada, descansar, recargar la energía vital. Para quienes viven en el campo esto es más evidente que para los citadinos.

El método que él seguía era sencillo: acostado bocarriba, con los brazos y piernas extendidos, cerraba sus ojos, regulaba su ritmo respiratorio y dejaba vagar la mente hasta caer en un estado intermedio entre el sueño profundo y el sueño consciente. Comparaba aquello con flotar sobre el mar: si se sumergía caía en verdadero sueño, mientras más profundo buceara más profundo dormía. A los treinta minutos exactos, como programado, salía de ese delicioso trance. Apenas si sentía sus extremidades, su cuerpo le pesaba como piedra. Lentamente se movía hasta levantarse.

El alquimista lo observó y le dijo: “Haces muy buen manejo de tu energía, vivirás muchos años si de muerte natural has de irte de esta vida. Si todos los hombres y mujeres administraran mejor su energía vital, serían más saludables física y mentalmente. Muchos creen que tienen una fuente propia inagotable cuando el Hombre mismo no ha podido descubrir una que lo sea”.

“Tenemos algo así como una batería que requiere recargue continuo, ¿cierto?”

“Correcto”, respondió el alquimista. “Se recarga cuando la actividad física consciente se anula y cuando las ondas cerebrales se disminuyen a niveles mínimos. Esto se logra a través del sueño, de la relajación o de la meditación”.

“Bueno, eso lo sabe casi todo el mundo”, dijo el hombre.

“Sí. Pero lo que muchos ignoran es que se regula por medio de la respiración, a través del elemento aire”.

“¿El elemento aire?”

“Así es, todos los elementos nos dan su energía: tierra, aire, fuego y agua. ¿No crees?

El elemento aire es tan vital que bastan tres minutos sin éste para desfallecer. Con la respiración regulas su entrada y salida, su fluir por el cuerpo. Tu energía vital depende del aire.

Realiza el siguiente ejercicio: acostado relajadamente bocarriba toma y bota el aire de manera rápida y profunda por diez minutos. Eso se llama hiperventilación prolongada. Al cabo de un rato sentirás como una comezón inicial en tu cuerpo, que se transformará en cosquillas, que sentirás en algunas partes específicas y es posible que sientas hasta extrañas sensaciones. Es porque estás moviendo energía.

Pero sólo hazlo una vez para que descubras tu energía, pues puede ser peligroso, las sobrecargas lo son. Más bien, con frecuencia toma conciencia de tu propia respiración y llena tus pulmones de aire”.

Hizo una pausa el alquimista y prosiguió: “El elemento tierra. Es claro que su principal fuente de energía la tomamos en forma de alimento que directa o indirectamente proviene de ella. Pero también existen otras formas. Recuerda el bienestar que sientes en medio de un bosque, en la cumbre de una montaña o bajo la sombra de un árbol.

Haz el siguiente ejercicio: con los pies desnudos, camina sobre la grama de un jardín, luego pon tus manos sobre el tronco de un árbol, cierra tus ojos, apaga tu mente y siente el cosquilleo del árbol entre tus manos y la corteza, es energía. Realízalo con frecuencia, mejor en las mañanas, armonízate con la Tierra.

El máximo símbolo, el mayor poderío del elemento fuego se ve en el astro rey, el sol. Sobra decir cuánta energía nos da, sin él no existiría la vida tal y como la conocemos en este planeta.

Practica este otro ejercicio: en las mañanas también, párate frente al sol, cierra los ojos y balancea tu cabeza suavemente de un lado a otro como un péndulo invertido… Siente cómo, por tres minutos, sus rayos te alimentan, te energizan. Abre los ojos por unos segundos de manera regular pero sin mirarlo directamente, él exige respeto, mira más bien las nubes cercanas. Su energía es tan fuerte que te enceguecerá si lo miras directamente. Tal vez sientas un cosquilleo en tu cabeza e inevitables deseos de estornudar, su energía te ha penetrado. Te aseguro que tu salud se robustecerá.

El agua…”

“¡Mi elemento favorito!”, interrumpió el hombre.

“El agua, magnífico y misterioso elemento, el que abunda en este planeta pero del que el Hombre da cuenta sin misericordia. Tan importante es que cuatro de cada cinco partes del cuerpo humano se componen de agua. Todos sabemos lo revitalizador que es tomar un baño de agua, chapotear en un río o en un lago, sumergirse en el mar… La mar, porque es una madre. El agua significa limpieza, purificación, claridad. No en balde te bautizaron con agua”.

“¿Algún ejercicio en el agua?”, preguntó el hombre.

“Todo el que puedas en ella: nada, juega, bucea, practica deportes en y con ella. Disfrútala. Toma conciencia de su energía cuando la tomes, nades y hasta de bañes… Te recomiendo tomar dos vasos de agua en ayunas, todos los días. Lavan y revitalizan tus órganos.

Siente los cuatro elementos, armoniza tu cuerpo con ellos y encontrarás equilibrio con el Cosmos, con el Ser Supremo”.

El hombre se dispuso a partir pero el alquimista lo detuvo diciéndole: “Tengo algo para ti”. Fue hasta su mesa de trabajo, tomó un rollo de papel y se lo entregó.

El hombre empezó a desenrollarlo pero el alquimista levantando su mano diestra le indicó que no lo hiciera: “Sal de la casa al jardín y allí lo leerás, con serenidad”





LA SABIDURÍA



Se sentó cómodamente sobre una mecedora de mimbre en el pequeño y bien cuidado jardín de su casa. Observó detenidamente el pergamino enrollado que le había dado el alquimista, parecía antiguo en verdad. Empezó a desenrollarlo. Un rollo largo, manuscrito con bella caligrafía en tinta negra.

El texto estaba escrito en una lengua desconocida para él. Sin embargo al comenzar a leer el primer párrafo descubrió que misteriosamente lo entendió:

“Desde el comienzo de la humanidad los hombres han buscado la razón de su existir, de comprobar su origen divino y por ende de encontrar a Dios”

Buscó quién era el autor de estas palabras escritas quién sabe hace cuánto tiempo, pero ni al final ni al inicio se hallaba nombre o firma alguna.

Continuó leyendo:

“A través de la religión, de la filosofía y de la ciencia han tratado de darse explicaciones, pero en todas siempre queda la duda. Ninguna certeza absoluta. Porque la mayoría de los humanos sólo creen en lo que ven, en lo que su mente puede explicar, pese a que algunos milagros o fenómenos inexplicables se dan de cuando en cuando. Adjudicándole a la casualidad más de lo que es. Palabra inventada por el Hombre para explicar  lo que no comprende, pues es fácil culpar al azar de lo que no tiene razón de ser, de acuerdo con la lógica.

Cuando no se entiende se niega la existencia del ser o cosa incomprendida. A tal punto han llegado algunos que niegan la existencia del Ser Supremo que lo rige todo, porque en su razón no cabe el quién, el cómo y el cuándo de la Creación y administración del inconmensurable Cosmos.

La negación es el miedo. No creer en lo que no tiene una explicación o justificación lógica es sólo temor a no entender lo que sucede alrededor, a no comprender el mundo, el universo y sus leyes. Temen muchos humanos en el fondo perder el supuesto control de sus vidas, a aceptar lo ínfimo y primitivo que es el Hombre.

Es como si a un ciego de nacimiento se le tratara de explicar cómo son las nubes del cielo y sus colores, y que al no lograr entender optara por negar la existencia de algo que le dicen es tan maravilloso. Prefiriendo no creer a aceptar lo que no ve o comprende. Pensaría la razón de este ciego: “si no es entendible para mí es porque no existe, es mentira o invento de los demás…” Aunque puede tratar de aproximarse al concepto del color a través de los demás sentidos en objetos más cercanos y palpables, le será muy difícil entender con la razón cómo es el cielo, su color celeste y las nubes.

Lo que existe se puede negar pero no por eso dejará d existir, téngase o no explicación del por qué y para qué.

No se deben buscar respuestas para todo en el Cosmos, porque no todo fue creado para entenderse sino porque tiene que estar ahí. ¿Para qué existe una rosa? Para dar belleza al mundo, respondería alguien. Pero, ¿quién puede asegurarlo, si la belleza es subjetiva o un simple concepto humano? Si las rosas existieran y los hombres no, entonces ¿para qué existiría una rosa? ¿Dejaría de existir?

De qué les sirve a los humanos comprenderlo todo. Acaso para reafirmar su creencia de que es la especie más inteligente del universo.

Si lo dudan es porque lo temen, si lo temen es porque lo intuyen, si lo intuyen es porque lo sienten, si lo sienten es porque son lo que temen. No son la especie más inteligente de la Creación, ni siquiera los más importantes. La humanidad puede desaparecer completamente en un instante y el universo ni cuenta se daría, sería como un grano de arena menos en el desierto. Un golpe irresistible para el ego, difícil para el Hombre aceptar que no es lo máximo ni lo supremo en el Cosmos. Nada más es una parte de él, una muy pequeñísima parte. Quien lo acepte será humilde.

La humildad de pensamiento es condición infaltable para alcanzar la sabiduría, el gran conocimiento. Éste no se adquiere con la mente sino con el corazón. No con la razón sino con la percepción. La primera es de origen humano, la segunda proviene del Ser.

Cuando los hombres apaguen su mente y enciendan la llama Divina de su corazón entenderán todo. Comprenderán que no hay que entender sino sentir. La verdadera sabiduría no consiste en comprender sino en saber aprovechar lo mucho que existe alrededor. No es más sabio quien más conoce y entiende sino el que más disfruta del mundo, de la vida. La verdadera inteligencia no consiste en saber más sino en vivir mejor.

¿Cuál especie es más sabia: los delfines del mar que viven en armonía con la naturaleza en su elemento, o los hombres que viven sujetos a normas, leyes y obligaciones impuestas por ellos mismos, haciendo la vida de su especie conflictiva y caótica? Ambas especies poseen gran inteligencia lenguaje propio y son mamíferos… Pero los delfines se limitaron a disfrutar del mundo a través de su naturaleza, a sentir que el mundo fue un obsequio Divino. Mientras, los humanos quisieron someter la naturaleza primero y luego a los mismos hombres bajo la justificación de que su inteligencia les dio ese derecho. Se sintieron los reyes de la Creación, o peor, los dueños. Se engañaron con lo que denominan civilización y progreso, consecuencia de su sobrestimada ciencia y sabiduría, no obstante su primitivo raciocinio”.

Él estaba estupefacto y todavía le faltaba mucho por leer. Buscó el título de este antiguo manuscrito pero tampoco lo encontró.

“¿Quién escribiría esto?”, se preguntaba. “¿De qué se trata realmente?”. Y el alquimista no aparecía.


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miércoles, 1 de octubre de 2014

CAMINO A ORIENTE (I): El Camino, La Intuición y La Vocación

CAMINO A ORIENTE, un encuentro con la plenitud, se publicó por primera vez por entregas en el diario La República (Bogotá, Colombia) a mediados de la década de los 90s, en la columna del autor Abel Carvajal, que luego se convirtió en su primer libro, publicado en 1998 en dos ediciones impresas por la ya desaparecida Editorial Colina (Medellín, Colombia). Ediciones todas que se vendieron únicamente en Colombia. 

(Carátula de la primera edición por EDITORIAL COLINA, 1998)

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Ahora CAMINO A ORIENTE en una nueva edición revisada, corregida e ilustrada totalmente por el autor, finalmente está disponible aquí, durante cinco entregas quincenales a partir de hoy, para todos los lectores en lengua castellana. También está disponible en eBook o edición impresa únicamente en https://www.amazon.com/CAMINO-ORIENTE-encuentro-plenitud-Spanish-ebook/dp/B00NB6F22Q/ref=asap_bc?ie=UTF8 



CAMINO A ORIENTE
Un encuentro con la plenitud


©1998, Abel Carvajal.  ©2013, edición revisada y corregida por el autor. Reservados todos los derechos de autor en todas las lenguas. Ilustraciones y diseño para la presente edición por el autor. mateolevi@gmail.com




A todas las mujeres que a lo largo de mi camino como lámparas lo han alumbrado.





“El que conoce lo externo es erudito, el que se conoce a sí es sabio.
El que conquista a los demás es poderoso, el que se conquista a sí mismo es invencible”

Lao Tzu



EL CAMINO



Cuando llegó la noche partió su vida en dos, tomó los manuscritos de par de novelas que jamás publicó y las entregó al espíritu del fuego. Quemó el dolor, el odio, el desamor y el miedo. Este hecho señalaría el cambio del rumbo.

Se cumplía la profecía: “iba para el norte, ahora iría para el oriente”.

Tenía treinta y tres años, la llamada edad de Cristo. Una edad en la que se dan los cambios, tal vez propicios para comenzara a recorrer el camino a oriente, si es que alguna edad lo es.

Es que todos para el norte miran y todos quieren ir con afán, porque así todos lo hacen, porque a todos nos programan para correr hacia el norte. La verdad es que nadie, en el fondo, sabe por qué debe ir en esa dirección, sólo lo aceptan porque así lo ven hacer a los demás y los mayores así lo inculcan.

Pero el verdadero camino es al oriente, a la luz, donde nace el gran sol. Todos saben eso en su interior, en el fondo de su corazón lo intuyen, lo desean y hasta lo sueñan. No obstante pocos, muy pocos atienden ese llamado y ganándole a su programación tras una lucha que no es fácil pero tampoco demasiado difícil, siguen el camino al oriente.

El fuego es un grandioso elemento que transmuta, que libera. Al día siguiente se sintió ligero, como si se hubiera quitado un peso de encima. Se había liberado de las ataduras y los lazos con el pasado… ¡Era libre al fin!

Ahora, camino a oriente.

El oriente, ese misterioso oriente. De donde vienen la ciencia, la religión, el arte milenario y una filosofía que apenas se conoce. Pero lo más importante: la magia. La real: la alquimia.

En su camino se encontró con seres humanos y no humanos, unos quisieron disuadirlo pero otros buenos lo motivaron, lo apoyaron y lo guiaron. Para él eran como lámparas que iluminaban su camino, seres que le enviaba la Divinidad.

Él se sentía protegido, uno de los favoritos del Ser Supremo.

Más que saberlo, siempre lo había sentido. Así era. Sin embargo él aceptaba y era consciente de su humanidad, de su imperfección, de sus límites. Aunque recientemente había descubierto el gran secreto: la misión de todo hombre es superar sus límites, sus imperfecciones y sus fallas. Eso incluye sus errores.

¿De qué le sirve a un hombre demostrar sus fortalezas y talentos si le fueron dados por la Divinidad desde antes? Ni siquiera él mismo se los forjó. ¿Para qué son estas cualidades o virtudes sino para que le ayuden a vencer los obstáculos inherentes a su ser? Las aves tienen alas para que sobrepasen la montaña, para que les sea fácil conseguir su alimento y escapar de sus enemigos, no para exhibirse en la vanidosa demostración de un bello vuelo. Así como la hermosura de las flores está dada para que atraigan las abejas y mariposas que entre sus patas llevan el polen que fertiliza a otras, asegurando la supervivencia de su especie. ¿Qué le importa a una flor ser admirada?

Todo lo anterior se lo reafirmaría un ser extraordinario con el que un día se topó en el camino a oriente.

Aquél ser tenía aspecto de viejo pero no lo era tanto. La abundante melena y barba gris le daban la apariencia de tal, pese a una robusta complexión y alta talla. Vestía un traje raro, como del siglo XVII, con camisa azul, chaleco grisáceo con unas cintas rojas en el hombro. Tenía cierto aire de sabiduría que infundía respeto. Serio, hablaba con voz gruesa pero serena y pausada. Irradiaba magnetismo, de eso no cabía duda.

“Me llaman el Alquimista”, fue lo único que obtuvo por nombre. Lo que más le impresionó de él fue que lo llamara por su nombre de pila sin habérselo dicho.

También le dijo: “Vas camino a oriente como pocos osan hacerlo a tu edad. Bendito porque eres de los elegidos. No te diré que es fácil o difícil, porque depende de cada hombre escoger las sendas por donde transitar y los pasos que debe dar. Pero sí te diré algo: esta vida no te alcanzará para llegar allá. Porque no existe en este mundo un punto cierto del que se diga aquí es el oriente, pues donde llegues siempre habrá un oriente. Mas no te desanimes que marchar hacia el oriente es tu destino, hacia donde todo ser algún día deberá caminar. Lo importante no es llegar, es aprender por el camino, ver y disfrutar de los paisajes. Por eso puedes parar, mirar adelante, a los lados y atrás. Andar más rápido o más despacio pero nunca has de volver un paso atrás. Si lo haces, por cada paso que retrocedas, a final de cuentas para avanzar sumarás tres”.

Trató de narrarle su vida pero el alquimista lo detuvo: “Yo sé quién eres y por qué estás aquí. Eres el producto del caos que vive tu sociedad. Tu vida, como la de la mayoría, era regida por verbos como jugar, obedecer, estudiar, trabajar, poseer, aportar, sostener, sacrificar, dar y amar. Aunque de este último ignoran su significado. Por eso sufrías dolor, odio, estrés, depresión, confusión, ira, traición, codicia, violencia, egoísmo, envidia, guerra, frialdad y más… No hacías lo que querías, en tu caso escribir, porque temías no sobrevivir de esta labor, que es tu esencia divina. Para otros su esencia es pintar, componer, cantar, construir, sanar, reparar, cultivar, criar, enseñar, organizar, tejer, tallar y miles de oficios y artes más.

Escribías en tus ratos libres porque además temías el rechazo de los otros hombres y tu programa mental te hacía vulnerable a ese rechazo. ¡Cuántos desarrollan su talento en secreto por ese miedo…! ¡Enhorabuena! Venciste y por eso estás aquí”.







LA INTUICIÓN



“Todo me está saliendo excelente”, dijo el hombre. Irradiaba satisfacción. Después de casi tres años de pérdidas y crisis, sus negocios, en los que parecía haber perdido el fino olfato que lo caracterizaba, como por arte de magia estaban dando frutos, jugosos frutos: Sus negocios ahora marchaban muy bien, sus inversiones prosperaban y como si fuera poco había comprado una magnífica casa en un tranquilo sitio a un precio sorprendentemente bajo.

¿Suerte?

“No. Es la armonía de tu vibración con el mundo”, le respondió a la duda el alquimista. “Cuando un hombre encuentra su camino halla la paz interior y se conecta con la vibración cósmica. El Universo está en constante expansión, como lo han demostrado los astrofísicos modernos. Y lo hace en ondas vibratorias”. Le impresionó que el viejo maestro estuviera tan al día en ciencia.

“Ya comprendo”, dijo el hombre. “Por eso se ven personas a las que todo o casi todo parece salirles bien, sin esfuerzo. De las que decimos que tienen muy buena suerte”. El alquimista afirmó con un lento movimiento de cabeza.

“Escucha hijo: la suerte como tal no existe. El hombre sólo recoge lo que siembra, es una ley universal, la ley de la compensación. El hombre moderno se equivoca al concederle tanta preponderancia a la materia, cree que lo que vale es lo que se puede ver, tocar, olfatear, saborear, acumular, almacenar, sumar, multiplicar, contar e intercambiar. Una idea errada se sentó en el trono de la mente humana gracias a la cultura griega y su filosofía. Cultura que predominó y reina en la sociedad moderna. No es la materia, es la energía la que rige el Cosmos, el mundo y sus seres”.

“Es un poco ambiguo lo que dice”, replicó el hombre.        

“Para la mente sí, pero para la intuición no. En el fondo tú lo comprendes, sabes de qué te hablo. Resultado del materialismo es que le Hombre se fue por el cultivo de la mente y olvidó la intuición, se preocupa por la intelectualidad y el raciocinio, olvidando la espiritualidad y la percepción. Sólo te mostraré algo. Obsérvate: tu cuerpo no tiene batería, ni enchufe, no está conectado a la tierra ni a una fuente. Sin embargo sabes que tienes una energía vital, algo que te mueve y hace que tu cuerpo funcione y regule todos tus sistemas como el nervioso, el respiratorio, el digestivo, el cardiovascular, el linfático, el inmunológico y los demás que hacen de tus músculos, huesos y órganos un conjunto con vida armónica, no caótica. Energía que cuando eres concebido entra y cuando mueres sale. Porque también conoces la primera ley de la energía, probada por la física, la que dice que aquella no se crea ni se destruye sino que se transforma”.

“Sí, tiene razón, todos sabemos eso…” afirmó el hombre.

“No lo saben, lo intuyen, lo presienten. Pero son renuentes a creerlo, debe ser comprobado ante la mente. Por eso cuando se inventó el telégrafo inalámbrico tuvieron que aceptar que las ondas, que no son otra cosa que energía, no necesitaban de un canal o conducto material para transportarse. Al aceptarse dicho concepto se inició el vertiginoso desarrollo de las telecomunicaciones, y además, se aceptaron fenómenos como la telepatía”.

“Sin ir más lejos”, continuó el alquimista, “las antiguas culturas de América hicieron del espíritu el eje de su desarrollo científico, por eso la ciencia estaba tan ligada a sus religiones. Los ritos predominaban en la medicina, la astronomía, la agricultura y el saber en general. Civilizaciones como los toltecas y después los mayas en México y Centroamérica, los incas en el gran Perú y hasta las naciones indias de Norteamérica y del Cono Sur, basaban su conocimiento en la relación de su espíritu con el del Universo. El cual se manifiesta a través del fuego, del agua, de la tierra, del sol, de los vientos… Ellos sabían la importancia del mantener en armonía su energía con la del Cosmos”.

Después de una pausa agregó con un dejo de tristeza: “el materialismo de Occidente arrasó con ellos”.

El hombre guardó silencio.

“Pero no del todo”, reanudó el alquimista. “Sobrevive aún dicha sabiduría, era tan fuerte y sólida, que todavía hoy, quinientos años después, se conserva y se transmite. Estamos ante el renacimiento de estas culturas, ya se están dando los primeros signos”, advirtió.

“Ya entiendo. Por eso el hombre moderno se siente infeliz, incompleto e insatisfecho de modo permanente, inclusive cuando alcanza el anhelado éxito en lo material. Debido a que no cultiva su otro lado, el espiritual, el intuitivo, el perceptivo, el del sentimiento, la armonización de su energía. Seguro que los grandes inventos y descubrimientos se deben a la perseverancia de unos hombres y mujeres que intuían lo que encontrarían”, reflexionó el hombre.

“Tú lo has dicho”, concluyó el alquimista.







LA VOCACIÓN



Éxtasis, era la palabra con la que podría definirse cómo se sentía ese jueves, un día como cualquier otro en el que no esperaba acontecimiento extraordinario alguno. Sin embargo se sentía diferente, como si hubiera hecho el más grande descubrimiento de su vida. Se sentía feliz y poderoso.

Por fin hacía lo que siempre había querido hacer, desarrollar la esencia divina de su Ser, lo que realizaba con tal naturalidad y destreza que casi siempre le salía bien, sin cansancio, sin esfuerzo, sin preocuparse. Era el disfrute de su trabajo, de su verdadero trabajo. Para el que había nacido, para el que tenía vocación, para el que la Divina Providencia lo había dotado de talentos especiales. ¿Qué trabajo? ¡Qué importa cuál! Que no sepa la mano izquierda lo que hace la derecha, que cada quien busque y encuentre el suyo.

El alquimista lo notó y sonriendo le dijo: “Es un secreto sencillo. Lo difícil de creer es que aunque todos lo intuyen pocos lo llevan a la práctica. Se llenan de miedos y se autoimponen barreras, se impiden a sí mismos hacer lo que su naturaleza les dicta”.

“Es que no es fácil…” murmuró el hombre.

El alquimista lo interrumpió y acercándosele le susurró: “es fácil, pero los hombres se encargan de hacerlo difícil entre sí. El trabajo es la puerta a la realización interior de cada ser, es la entrada a la plenitud. El error estriba en que las personas piensan que pueden realizar casi cualquier labor y buscan la que más pueda remunerarles. De ahí nacen el fracaso, la insatisfacción, la frustración, la codicia, la depresión, el estrés, la agresividad, la locura y los demás males de la sociedad contemporánea que hacen de la vida un infierno, que no debía serlo.

Cada trabajo debe ser hecho únicamente por quien nació para hacerlo. A cada ser se le dotó de uno, cinco o diez talentos como dice la famosa parábola, pero la mayoría teme no vivir de lo que recibió y lo entierra, busca lo que en apariencia le brinda seguridad y porvenir, gastando sus años productivos en lo que cree su profesión para finalmente descubrir que su vida es vacía, triste y superficial, pese a que posea un palacio, autos lujosos y mucho dinero en el banco. Se engaña diciéndose que cuando acumule tal cantidad de dinero se retirará a hacer lo que siempre ha querido o le gusta, pero ese día rara vez llega o es demasiado tarde.

Todo individuo debe auscultarse, aceptar y concientizarse de cuáles son sus habilidades, sus talentos, sus aptitudes, qué es lo que realmente disfruta hacer en esta vida. Encontrar su verdadera vocación y perfeccionarla por medio del estudio y de la práctica, sin preocuparse por la retribución o el lucro, ni por lo que espera la sociedad o su familia, menos por lo que pensarán o dirán de él”.

“Pero con frecuencia sucede que no es fácil descubrir nuestros propios talentos, porque la programación que desde muy niños nos han hecho los ocultan”, reparó el hombre.

“Es cierto”, aceptó el alquimista, “pero a la intuición una programación no la confunde. Así que cuando alguien, para poner un ejemplo, se da cuenta de que en su finca cultivando o labrando la tierra el tiempo se le pasa volando, que se olvida del mundo exterior, hasta de almorzar y que no ve la hora de que amanezca para de nuevo levantarse a seguir con su trabajo, ha descubierto su verdadera vocación o al menos una de ellas. Así mismo, a otros les sucederá igual en diferentes artes y oficios, no importando que tan ardua sea la labor.

Observa en la naturaleza a las hormigas o a las abejas, sociedades semejantes a la del hombre pero más simples y tal vez más perfectas. Allí cada cual ocupa el lugar que le corresponde desde su nacimiento: las guerreras defienden la comunidad e imponen el orden; las trabajadoras construyen, sostienen y proveen a la comunidad; las reinas dirigen y procrean; los zánganos, incluso, tienen la función específica de fertilizar a la reina para aumentar o reponer el número de miembros de la comunidad, a costa de sus vidas. No hay una de más ni una de menos, existen todas y todos los que se necesitan en el momento. Por lo que no tienen miseria, ni delitos, ni tensiones excesivas entre ellas, simplemente conviven ocupando cada una su lugar sin codiciar el de otra, confiando unas en otras, ¿o acaso has visto alguna hormiga consultando al psicoanalista?”

El hombre sonrió más por diplomacia que por causa de la pregunta con que concluyó el alquimista. Sentía cierta congoja ante lo que escuchaba. Decidió disimular, aunque sabía que no engañaría al alquimista, agregando: “ni tampoco he visto hormigas o abejas leyendo libros de autoayuda o superación”.

El alquimista prosiguió haciendo caso omiso al apunte: “Si el Hombre respetara sus propias leyes, las de la naturaleza, no las que él ha creado, encontraría la plenitud.

Es obligación de todo individuo encontrar su vocación y acrecentar sus talentos poniéndolos en práctica. Al hacerlo sirve a los demás y a él mismo. Por eso cada quien debe buscarla, encontrar su ser interior y no obstaculizar a quienes lo intentan. No criticar ni cuestionar a su hijo ni al hijo del amigo o a su hermano porque quiere ser mecánico, profesor, policía, enfermero, artista, cura, veterinario, soldado, ingeniero, agricultor o abogado… ¡Aunque de este último no estoy seguro, eh!”.

Rió el hombre.

“También está la cuestión de la ambición”, inquirió el hombre.

“Una trampa, eso es la ambición”. El alquimista observó la posición del sol y, tras una breve despedida en la que le prometió hablar del tema en la próxima ocasión, desapareció.


Continúa...

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jueves, 4 de septiembre de 2014

martes, 17 de junio de 2014

LA TURQUESA MÁGICA (enlace con la publicación original)



HE AQUÍ MAGIA



Un cuento fantástico con magos, dragones, guerreros, princesas... Para niños, también para grandes y para los muy grandes


CUENTO INFANTIL ILUSTRADO 
con 32 dibujos a tinta de la mano del autor Abel Carvajal


Descárguelo y léaselo a sus hijitos 

El único pago que pretendo como autor es la felicidad que siente un niño al escuchar que su padre o su madre le lee un cuento. ¡Obséquiele tiempo a sus hijos mientras les inculcua amor por los libros!



miércoles, 28 de mayo de 2014

EL CAPITÁN ARAÑA (novela galardonada en primicia editorial)



Presento en este blog los primeros cuatro capítulos de mi más reciente novela, galardonada con mención de honor por el jurado del IX CONCURSO INTERNACIONAL DE NOVELA CORTA 2015 de Ediciones Mis Escritos, Argentina, pero sin las fotografías ni las intervenciones gráficas, algunas de las que están referenciadas en corchetes [#], que considero muy importantes para el lector. Por lo que recomiendo adquirir el libro o descargar el eBook (kindle) en Amazon.



Novela


   
ABEL CARVAJAL



©Abel Carvajal, 2014. Derechos de autor reservados. Ilustraciones, algunas fotos, así como las intervenciones y restauraciones fotográficas por el autor.  mateolevi@gmail.com 





A mis queridas tías Aluvia y Lucila Carvajal Botero
Y a quienes aman los ríos



“Cuantas más leyes y prohibiciones hay en el mundo, más pobre y mísero será el pueblo. Cuantas más armas tenga el imperio, más desorden y confusión habrá en el pueblo. Cuantas más artes e industrias tenga el pueblo, más cosas inservibles e inútiles habrá. Cuantas más órdenes y leyes dicten los gobiernos, más salteadores y ladrones habrá”

Lao Tse (Tao Te King)






CAPÍTULO 1

Contaba mi padre que hace tiempo navegaba por el Magdalena una gran lancha que transportaba ganado y otras mercancías, era la lancha del capitán Araña. Es su historia la que me propongo narrar.
         De su verdadero nombre sólo sé que se llamaba Alfonso, pues mi padre cuando se encontraba con él le decía tocayo, pero nunca supe su apellido. De sus orígenes una vez escuché que nació a orillas del río Cauca cerca a la antigua población de Santa Fe de Antioquia, en el año en que estalló la gran depresión económica en los países del norte y de cuyo coletazo no se salvó Colombia, 1929. Hijo de un pescador, chalupero o algo parecido, el que años después se trasladó con su familia al municipio antioqueño de Sopetrán donde había heredado una finca. Viviendo allí sus años de adolescente. Estudió en la escuela pública, y entre juegos y expediciones juveniles por entre aquellas admirables montañas cultivó amistades y muy seguramente saboreó la miel de los primeros amores.
         También aquellos amigos le endosaron el apodo con que se le conocería toda la vida: Araña. Por un inocultable lunar parduzco que le cubría desde el lado derecho de la nuca hasta la terminación del lóbulo de la oreja del mismo lado, un tatuaje perfecto de un arácnido que la naturaleza le dibujó como marca de nacimiento y presagio del legendario hombre en que se convertiría.
         Sin embargo, para él la verdadera marca fue el haber nacido en la ribera de un caudaloso río como lo es el Cauca. Pues quienes tenemos el privilegio de haber nacido o sido criado al lado de un río, sentimos y sabemos muy en el fondo de nuestros corazones que el espíritu del agua nos imprime su huella para siempre. Haciéndose inevitable, cuando nos alejamos por mucho tiempo, el dejarnos sumergir por los recuerdos del río que nos amamantó y bañó con sus aguas, más si en él nadamos y jugamos en la infancia o juventud.
         Así, que un día, cuando se llega a la edad de decidir y de vencer el miedo al destete de la familia, Araña, previendo un futuro ingrato en la finca de su padre al que cada vez le era más difícil sostener a su familia compuesta por una envejecida madre, él y un número indeterminado de hermanos más, decidió que su destino no sería el mismo de su ajado padre. Imitando a algunos de sus amigos y paisanos, empacó su escasa ropa, rápidamente se despidió de todos y se subió al bus escalera que partía esa mañana rumbo a Medellín para después en la estación del ferrocarril subirse a un tren rumbo a otro valle. Uno tan inmenso, agreste y caluroso como no lo imaginaba, un valle de majestuosos atardeceres formado por un ancho, caudaloso y profundo río. ­




CAPÍTULO 2

Poco antes de morir la hermana mayor de mi padre, ya nonagenaria, me entregó un extraño manuscrito de hojas amarillentas, que por el tipo de letra se podía ver que fue escrito en una de esas antiguas máquinas de escribir, con excelente ortografía y aceptable gramática, por lo que deduje a un autor bien educado o por lo menos frecuente lector.


         Se trataba de, ¡no lo podía creer!, la bitácora de la lancha Moralita.
         Tal vez lancha es un término muy ambiguo, lo más apropiado sería describirla como un remolcador con motor diesel que usaba un combustible también llamado “acpm”, el que navegaba empujando un inmenso planchón con una compartimentada jaula de hierro para cargar semovientes y otras mercaderías. Pero así, lancha, es como se le denomina comúnmente a este tipo de embarcación fluvial, por lo que así la seguiré llamando a lo largo de esta narración.
         Y precisamente la lancha Moralita era la del capitán Araña, cuya bitácora él mismo mecanografió. Algo insólito, pues nunca supe que se acostumbrara llevar bitácora en naves fluviales, menos en aquellos días. ¿Y por qué no la había escrito a mano alzada en algún vetusto cuaderno como se hubiera esperado? Sería que no le gustaba su caligrafía o tal vez se topó con alguna Remington cuya letra de molde lo sedujo… Finalmente había llegado un preciado material a mis manos con el que podía construir, junto con lo que le había escuchado a mi padre más cientos de preguntas con que asolé a mi tía en sus últimos días, esta historia.
         Antes, como dato curioso, debo mencionar que la bitácora nunca la firmó con su nombre de pila sino como “Cap. Araña”. Mi tía nunca pudo acordarse con certeza siquiera del primer apellido de este misterioso capitán de río, aunque pude haber investigado en notarías, pero opté por dejar en el olvido sus apellidos como creo él lo hubiera preferido.
         Volviendo a donde quedamos. Él llegó en el tren a Puerto Berrío y, como el primer beso, quedó calado por el Río Grande de la Magdalena. De inmediato abordó una chalupa de línea hacia el destino final.
Arribó así a Barrancabermeja justo en la mitad del siglo XX, una tarde del mes de junio de 1950.
         Antiguamente un rancherío de la comunidad indígena Yariguíes conocido como Latora (o Latocca) a orillas del que llamaban río Yuma, hoy río Magdalena, del que el primer español que divisó aquellas “barrancas bermejas” el 12 de octubre de 1536, Diego Hernández de Gallegos, informó a su comandante Gonzalo Jiménez de Quezada, quien tomó posesión en nombre del Rey. Aquellos promontorios rojizos, quizás con el auxilio de sus escasos habitantes, sirvieron de bastión para la recuperación de las agotadas huestes expedicionarias de este conquistador, para después desde allí iniciar la expedición que sometió al numeroso pueblo Chibcha que concluyó con la fundación de Santafé de Bogotá en 1538.
Ya para el año en que llegó nuestro personaje era el importante puerto de Barrancabermeja, al que tres palabras que comparten la misma inicial la describían: PETRÓLEO, PLATA Y PUTAS. Así, con mayúsculas. Sobra decir que la primera en abundancia trae como consecuencia la segunda y ésta la tercera, o más bien las terceras, en igual abundancia.
        

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Los antioqueños tienen la característica de apoyarse unos a otros, aún más si se encuentran fuera de su tierra, seguramente porque sus ancestros descubrieron la importancia de la colaboración mutua para sobrevivir o al menos tener una vida más llevadera mientras colonizaban sus agrestes montañas. Y Araña igualmente contó con el apoyo de sus paisanos cuando se les apareció más pelado que pepa de guama, con una mano por delante y otra por detrás, o para ser claro, con muchas ilusiones y el estómago vacío.
Pronto fue enganchado en la petrolera, una de las tantas de la multimillonaria familia Rockefeller, Tropical Oil Company. Cuyos más importantes cargos eran ocupados además de los gringos por varios antioqueños, reputados por su laboriosidad y emprendimiento. Su nuevo oficio lo asentó en el río, casualmente al igual que el primer trabajo de su padre, como chalupero. Para quienes no están familiarizados con el término, significa navegar una chalupa o un bote con motor fuera de borda, al que los lugareños también llamaban un Johnson por la marca del motor.
Araña, en uno de las tantas chalupas de la Compañía debía transportar todos los días a los trabajadores hasta los diversos campos petroleros a lo largo del río. Llevarlos en la mañana y recogerlos al final de la tarde a los más cercanos, a los más lejanos días después. Igualmente acarrear insumos, materiales, herramientas y alimentación. Labor sin tregua, a pleno sol y calor. Por lo que no tardó en comprar un sombrero aguadeño, conocido también como sombrero Panamá, afamado sobrero blanco hecho de fibra de palma que se popularizó por su uso entre los ingenieros, supervisores y trabajadores durante la construcción del gran canal, pese a que era hecho en Colombia y diseñado originalmente en Ecuador[3], siendo los mejores los fabricados a mano en el municipio de Aguadas. Como acotación, el sombrero aguadeño fue el principal producto de exportación de Colombia entre finales del siglo XIX y principios del XX, incluso por encima del café. ¿Cómo les parece? Un sombrero cuya popularidad se la dio Panamá, era fabricado en Colombia y había sido diseñado en Ecuador. ¡Y que digan que América Latina sólo está unida por el idioma y la religión!
         Se convertiría el sombrero aguadeño en uno de sus dos mejores compañeros de trabajo. El otro era el indispensable poncho[4], que le servía de cobija cuando debía dormir en el bote por trabajos extraordinarios en los pozos, también para protegerse del viento frio del amanecer, de la lluvia y de los inmisericordes zancudos, así como para secar el sudor de su frente en los días más calurosos. Dos implementos de su atuendo que siempre lo caracterizaron.


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Así transcurrieron los primeros cuatros años de su nueva vida. Como chalupero de la petrolera recorrió río arriba hasta Puerto Nare y río abajo hasta más allá de El Banco sin adentrarse en la gran depresión monposina. Frecuentó pequeños puertos y caseríos como Cantagallo, Puerto Wilches, San Pablo y Morales. Conoció todo meandro y en dónde se formaban los peligrosos remolinos, observó por dónde aparecían las crecientes que arrastraban troncos y material vegetal, memorizó los traicioneros playones más escondidos, descubrió las bravas corrientes ocultas que sacaban a flote hinchados cadáveres de animales y humanos (asesinados la mayoría), así como también cuáles orillas arborizadas debían evitarse por ser el hogar de cientos de culebras, cuyas variedades más venenosas él llegó a diferenciar con exactitud. ¿Quién le enseñó? Nadie. Los muchos errores que cometió, las incontables varadas, un par de volcadas, un naufragio en el que gracias a otro chalupero pudieron ser rescatados los pasajeros, él y la chalupa aunque se perdió el motor, y la casi mortal mordida en el cuello de una serpiente “talla X” cuando pasó demasiado cerca de una orilla con árboles frondosos. Le enseñó a navegar el río Magdalena la mejor profesora que podía tener, la implacable experiencia. Nunca se le ahogó un pasajero aunque no pocos fueron a dar de narices al río, ninguno sufrió un accidente grave, ni mordidas de víboras, no obstante algunos sí se llevaron más de un buen susto.
Durante esos cuatro años maduró como hombre, como un marinero de río, ¿o debería denominarlo como un “rionero”?, ¡no, horrible! Mejor continuemos. Araña se convirtió en un hombre hecho y derecho, al que la experiencia también le enseñó a cuidarse de las malas amistades, de las malas mujeres, de los malos negocios, de los hombres malos, pero sobretodo de las buenas putas, las que encoñan (¡perdón!). Es que no puedo dejar de referirme a esta última cuestión en términos proverbiales de marinería de agua dulce con la frase “pelo de cuca jala más que guaya de grúa”.
Y es que con, o por, una irresistible damisela empieza la leyenda del Capitán Araña.
¡Ah, casi lo olvido! En las novelas muchos autores acostumbran describir el físico del protagonista, ya saben, que de mediana estatura, que tenía ojos verdes, piel parduzca, nariz aguileña, etcétera. Pero no estoy seguro que ésta sea verdaderamente una novela, al mismo tiempo quiero darle a mis manos la libertad de escribir esta historia como les venga en gana, libre de cánones o códigos estilísticos, hasta haré caso omiso de un par de reglas gramaticales que el lector pronto descubrirá. No pretendo concursar por un, para mí, inalcanzable premio literario. Por lo demás prefiero dejar a la imaginación de las lectoras y lectores cómo era el legendario Capitán Araña. Cosa que me sirve para justificar mi estilo “muellero”.
Sólo sabrán ustedes de su característico lunar en la nuca y que él usaba poncho y sombrero aguadeño. También pueden ya calcular su edad a lo largo de la narración. No obstante seré generoso con las curiosas lectoras, Araña era como decían las señoras de Medellín en aquellos días “una estampa de hombre” o “un hombre muy bien parecido”.




BITÁCORA

Viernes 16 de julio de 1954.
Ubicación: En puerto, El Banco.
Clima: caluroso y despejado, como en toda la semana.
Madrugamos y compramos un planchón ganadero de segunda en muy buen estado, al que le habíamos echado el ojo hace varios días. A partir de hoy día de la Virgen del Carmen somos dueños de una lancha completa. A Ella queda entonces encomendada nuestra lancha y nosotros. Esperemos a que nos ayude a salir adelante, pues quedamos empeñados hasta el culo[7].
Abordamos la lancha remolcadora a eso de las 11 de la mañana. El turco y yo no nos cansamos de ver letra por letra el nuevo nombre recién pintado: Moralita. Aunque ponerle el nombre de aquella inolvidable mujer que nos unió en tan peligrosa circunstancia no sé si sea bueno. Espero que la Virgen no se moleste.
Quedó como nueva. Fue un acierto el haber mandado a pintarla de color verde con anchas franjas naranja, pues si lo hubiéramos repintado con el mismo rojo anterior, nos convertiríamos en sospechosos de ser liberales, y, si lo pintamos de azul en sospechosos de ser conservadores. ¡Maldita violencia política! Aunque me gusta el color verde y siento que el naranja nos traerá buena suerte.
Cargamos combustible. El motor encendió muy bien.
Partiremos mañana temprano a enganchar el planchón. Nos dicen que allá encontraremos tripulantes, porque aquí en el puerto no encontramos ninguno. Necesitamos un grumete urgente. Al maquinista lo veo muy viejo y lo pillé escondiendo unas botellas de ron entre los baúles de herramientas y repuestos. Veremos cómo nos sale este gago.



Hoja 1. ¿Sería que el capitán Nemo escribía la bitácora del Nautilus así?




CAPÍTULO 3

El corpulento texano cayó al agua sin tener tiempo de reaccionar. Con el pie izquierdo aún sobre el muelle y escasamente poniendo el pie derecho sobre la chalupa cuando, por un brusco movimiento, ocasionado por la primera ola que dejó la estela de otro Johnson  doble motor que acaba de pasar demasiado cerca, perdió el equilibrio y… ¡Splash!
         El lanchero en la proa, quien en un comienzo al abordar la chalupa le había estirado su mano pero que se la había rechazado con uno de sus acostumbrados gestos de vaquero macho, sin tiempo que perder le arrojó un lazo con una rueda salvavidas atada en el extremo. Para su desgracia, fue a dar en toda la cara del gringo casi noqueándolo. Los demás pasajeros, trabajadores todos de la Compañía, estallaron en carcajadas.
         El rubio texano, temido y odiado supervisor de perforación quien nunca dejaba de machacar sobre las maravillas de la industria y las proezas en los rodeos de Texas, ahora escupía groserías en inglés además de agua. Estaba rojo de la ira y no dejaba de mirar como un toro embravecido al preocupado johnsista, a quien el temor lo hizo alejarse hacia la popa en vez de ofrecerle de nuevo la mano.
         Apenas si pudo subir su pesado cuerpo por la borda del bote. Necesitó la ayuda de cuatro trabajadores más, lo que golpeó más su ego que su costillar.
         El furioso supervisor se puso de pie más mojado que un bocachico en medio de la todavía tambaleante chalupa y sin pensarlo se abalanzó contra el joven lanchero, pero éste, o sea Araña, lo burló ágilmente como un diestro torero pero sin capote, cayendo de nuevo a las aguas del Magdalena.
         Más risas. Exacerbadas, porque por fin los trabajadores veían la deseada venganza contra el maldito supervisor opresor y peor, un “yanqui explotador”, de acuerdo al discurso antiimperialista del incipiente movimiento sindicalista de la época, el que pocos años más tarde sería permeado por ideales marxistas excitados con el triunfo de la revolución cubana. Ideales, o idealismo para ser más exacto, que haría que hasta más de un cura iluso se arremangara la sotana para meterse al monte con un fusil, remedando a los barbudos que “liberaron” a los cubanos.
      El único que no reía era el torero, digo, el chalupero. No era pendejo, sabía que saldría como un matador triunfador en hombros, pero sin empleo. Así empezó aquel nefasto día.
         El texano esta vez nadó hacia la escalera de concreto del muelle, salió por sus propios medio raspándose panza y rodillas. Más que caminar corría, ¿a dónde?, en dirección la oficina de Personal. ¡Donde manda capitán no manda marinero! Aplicaría su última arma más temida, hacer despedir fulminantemente al… Ya imaginan el resto.

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Esa noche en la cantina de la calle novena cerca al muelle, que frecuentaba con el mono Sevillano, su mejor amigo y paisano de Sopetrán, decidió emborracharse como pocas veces lo había hecho Araña en su vida. Exclamó –Fue algo injusto.
Sevillano levantó la copa y brindó –¡Por un futuro mejor!
 Tratando de consolarlo, pese a que en su interior dudaba de que existiera algo mejor que trabajar para la petrolera norteamericana que pagaba jugosos sueldos.
         El ahora exjohnsista de la flamante Tropical Oil Company, llamada entre sus obreros y empleados simplemente como la Troco, replicó zampándose el primer aguardiente doble con cara de triple –Ahora qué voy a ha…
         Lo sorprendieron por detrás levantándolo cinco forzudos perforadores sobre sus hombros tal cual triunfador de la faena de esa mañana. Hicieron tanto algarabío que el cantinero dueño empuñó instintivamente el cuchillo carnicero de ocho pulgadas que escondía bajo el mostrador, el que en más de una ocasión había tenido que blandir ante los frecuentes conatos entre sus rudos clientes, la mayoría causados por disputas por alguna puta y hasta entre las mismas putas. (Me sabrán excusar, pero es que no imagino a obreros, marineros y cantineros hablando en términos de damiselas, cortesanas, rameras, prostitutas o mujeres de vida alegre. Aparte de que no podrán negarme la placentera libertad de utilizar este adjetivo y más que casi me salió en verso).
         Barrancabermeja siempre ha sido un caldero multicultural y en la mitad del siglo XX aún más. Lo de caldero por el calor sofocante, visítenla y sabrán de qué hablo. La diversidad cultural porque allí llegaban, y llegan, gente de todos los rincones del país y del extranjero. Pero en aquellos años predominaban además de los paisas o antioqueños, los alegres costeños, los elegantes rolos[8], los bravos santandereanos, uno que otro aventurero caldense y por supuesto los naturales, los barranqueños[9], que como resultado tenían, culturalmente formulando, más o menos un 40% de costeños más un 25% de antioqueños más un 20% de santandereanos más un restante 15% de los demás colombianos. Eso sin contar los norteamericanos. Aunque para hacerle honor a la verdad, se mantenían tan aislados en los horarios extralaborales en sus enmallados barrios prefabricados con bien podados jardines así como en el club de golf, que poco o nada penetraron la cultura nativa, excepto las nativas que terminaron inocultablemente preñadas.
         De modo que esa noche en la cantina, entre el humo de los cigarrillos y el olor a aguardiente y ron, se oían acentos tan dispares como el de un currambero[10] alegando con un encrespado opita[11], o el de un pastuso contándole chistes de su región a un grupo de desconfiados boyacenses con los que departía en su mesa. Se escuchaban regionalismos como “¡eche, no joda!” o “¡no me crea tan pingo!” o “¡ave María purísima!” o “¿ala, su merced podría…?” o “¡huy mano, venga!” o “¡está culimbo!”. Claro que otros clientes estaban ocupados en menesteres más placenteros con jóvenes damas (para que no me tilden de chapucero) entre sus piernas, venidas también de diversas regiones a desempeñar el oficio más antiguo… ¡Huy manitos, me desvié demasiado, qué pena!
         Regresemos pues a la escena con los trabajadores petroleros en la cantina que llevaban en hombros a su campeón:
Araña gritó –¡Bájenme! ¡Suéltenme! ¡Eh, ave María! ¿Les causa gracia que perdí mi trabajo tan injustamente? Entonces invítenme una botella de aguardiente, o mejor, consíganme otro empleo.
         Lo bajaron de inmediato ante el justificado enojo de Araña. Uno a uno se fueron alejando balbuceando excusas, pero teniendo cuidado de no ofender a su antes compañero lanchero. Se enteraron en ese instante del triste desenlace del evento de la mañana. 
         Iracundo todavía, llevándose las manos a la pretina del pantalón y con ambos dedos índices señalando hacia sus genitales, les gritó –¿Ahora sí me sueltan? Me celebran que le hice al hiju…ta[12] gringo lo que ustedes querían hacerle pero que no se atrevían por falta de huevas… ¡Y ni un trago son capaces de invitarme, malparidos[13]!
         ¡Hayyyyy… qué tan grosero es este escribidor! ¿Qué hago entonces? Ésta es una novela de río no una sobre clubes de la crema y nata de la sociedad. ¿Acaso imaginan a un iracundo chalupero escupiendo insultos como “tonto”, “imbécil”, “bobo”, “cretino”, “idiota” o “estúpido”, sea en singular o en plural? “¡Ayayay, a ese tal Araña se le moja la canoa…! ¡Batea para el otro equipo!” Sería lo primero que ustedes pensarían si escribiera los diálogos en estos términos, ¿o no?  De todos modos, y para que no me censuren, evitaré a partir de aquí lo soez, pero después no me califiquen la novela como de señoritera.
         Sigamos pues.
Sevillano, quien ocupaba un cargo de cierta importancia en la Troco y al que todos llamaban así por su apellido, anticipando una pelea segura, trataba de calmarlo.
         Los burleteros compañeros testigos del incidente, apachurrados por lo que se acababan de enterar, consideraron que Araña había pagado un alto precio por algo de lo que no era culpable, así que se hicieron los bobos y le dieron la espalda, ninguno le respondería, sería demasiada crueldad si lo cascaban para rematarle tan desgraciado día.
         Cosa diferente pensaba otro par de sujetos mal encarados que entraban justo en ese momento a la cantina.






CAPÍTULO 4

El 13 de junio de 1953 tuvo lugar el golpe militar contra el gobierno del presidente Laureano Gómez, que llevó a la Presidencia de la República al teniente general Gustavo Rojas Pinilla.
Golpe militar que vio el pueblo con buenos ojos por el desorden, caos, violencia, anarquía y desgobierno que imperaba en Colombia.
Rojas Pinilla contaba con el apoyo de los ex presidentes Mariano Ospina Pérez y Roberto Urdaneta Arbeláez así como de otros políticos importantes, además de las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional, el Directorio Nacional Conservador y algunos representantes del Partido Liberal.
En la primera alocución presidencial, el General animó a los colombianos a defender las instituciones y presentó su premisa "Paz, Justicia y Libertad". El nuevo presidente dijo –La Patria no puede vivir tranquila mientras tenga hijos con hambre y desnudez...
La Asamblea Nacional Constituyente, convocada por el presidente Laureano Gómez, expidió un acto legislativo por el cual reafirmó la posición del presidente Gustavo Rojas Pinilla. Según su argumento, el 13 de junio de 1953 había quedado vacante el cargo de presidente de la República y afirmaba: "Que es legítimo el título del actual presidente de la República teniente general Gustavo Rojas Pinilla, quien ejercerá el cargo por el resto del período presidencial en curso". El nuevo gobierno siguió los postulados de paz, justicia y libertad, imponer el orden contra la anarquía, acabar con la violencia y restaurar la seguridad. El ex presidente Darío Echandía calificó el golpe militar de Rojas como un "golpe de opinión", debido al vasto y multitudinario respaldo nacional al nuevo presidente.
         Para aquel día, a mediados de 1954, cuando despiden injustamente a Araña de la Troco, está recién inaugurada la televisión nacional, uno de los tantos proyectos que llevó a cabo el general Rojas Pinilla, aunque menos de dos mil hogares en todo el país tenían televisor. Historia que vale la pena relatar por lo excepcional, además para que el lector se ponga a tono con la época y comprenda el valor de la moneda nacional en aquellos días.
El interés de Rojas Pinilla por la televisión nace años atrás en 1936, cuando siendo entonces Teniente, viaja a Alemania en una misión encomendada por el gobierno de Alfonso López Pumarejo, para comprar municiones para enfrentar la guerra contra Perú. Estando en Berlín conoció el novedoso invento, que por entonces estaba siendo desarrollado en distintas partes del mundo. La idea quedó fija en la mente del militar, quería hacer posible el proyecto de traer la Televisión al país.
Tan pronto como Rojas Pinilla sube al poder, inicia las labores para conseguir las tecnologías y los insumos necesarios para poner en marcha la transmisión de la televisión en todo el territorio nacional. Para ello encomienda a (permítanme mencionar a los padres de la televisión colombiana) Fernando Gómez Agudelo, quien se desempeñaba como el Director de la Radio Difusora Nacional, para gestionar todo lo relacionado a la puesta en marcha del proyecto. Varios problemas surgieron, pues ante la geografía tan abrupta del país, transmitir la señal era casi imposible, conseguir las antenas para superar este inconveniente no era tarea fácil. Gómez Agudelo se vio en la tarea de hacer consultas con expertos europeos y estadounidenses para encontrar la solución efectiva, logrando encontrar los equipos adecuados, que eran fabricados por la empresa alemana Siemens. Por medio del Ministerio de Hacienda se dio la orden de invertir 10 millones de pesos, una suma bastante sustancial para la época, para la compra de las antenas y demás tecnología necesaria.
Se necesitaba de lugares bastante elevados para lograr la cobertura en la transmisión. Así en Bogotá se escogió en Hospital Militar ubicado en los cerros orientales de la ciudad, que proveía un punto adecuado para la instalación de la antena que se elevaba a 30 metros de altura sobre el hospital. Se ubicaron a su vez las antenas repetidoras en el cerro del Gualí, en el nevado del Ruiz, que cubría Antioquia, Valle del Cauca y Caldas. Luego se instaló otra en el páramo de La Rusia para Boyacá. El reto fue inmenso. A paso rápido y firme se iba acercando el momento de hacer realidad el sueño. La orden era entonces inaugurar la Televisión en Colombia el día del primer aniversario del gobierno militar en la nación. El día cero era el 13 de junio de 1954. Ante tanto desafío operativo, nadie se percató que en el país no había personal capacitado en el manejo de las cámaras, ni expertos en la producción de televisión… Sólo unos días antes de la anunciada inauguración, se hizo visible la carencia. De inmediato el mismo Gómez Agudelo viaja a Cuba, donde pide la ayuda de veinticinco técnicos del Canal 11 de ese país, que acababa de quebrar, quienes fueron contratados y así el traspiés fue solucionado.
Aún quedaban muchas tareas por hacer, debía acondicionarse los estudios desde donde se iban a realizar los programas para la televisión en el lugar escogido: los sótanos de la Biblioteca Nacional. Además de toda la infraestructura necesaria, era indispensable que los colombianos contaran con los aparatos receptores, los televisores. Con una intensa publicidad se logró que 400 familias obtuvieran los aparatos. Sin embargo el número de televisores era bastante bajo. Se creó entonces una estrategia para que mas familias pudieran adquirir los aparatos, que para entonces tenían precios demasiado elevados en contraste con la baja capacidad adquisitiva de los colombianos, pues para la época el salario mínimo (mensual) era de 120 pesos aproximadamente y un aparato Siemens costaba 350 pesos. La estrategia consistía en importar 1.500 aparatos que se podían adquirir por medio del sistema de pago en bajas cuotas a través del Banco Popular.
Los primeros ensayos de las pruebas televisivas se hicieron el primero de mayo de 1954, emitiendo la señal entre Bogotá y Manizales, así como algunos otros ensayos transmitiendo desde el almacén J. Glottmann en la calle 24 de Bogotá. Finalmente todo estaba listo en la víspera del 13 de junio, la prensa y la radio difundieron el acontecimiento que tendría lugar al día siguiente. La meta estaba casi cumplida y la hora cero se aproximaba.
El 13 de junio de 1954 es inaugurada oficialmente la Televisión en Colombia, como un servicio prestado directamente por el Estado, en el marco de la celebración del primer año de gobierno del General Gustavo Rojas Pinilla. A las 7 p.m. se escuchan las notas del Himno Nacional de la República, pero lo realmente novedoso es que el sonido viene acompañado de las imágenes de la Orquesta Sinfónica de Colombia. Seguido al Himno Nacional el General Rojas Pinilla se dirige al País desde el Palacio San Carlos, actual Ministerio de Relaciones Exteriores, y declara oficialmente inaugurada la Televisión en Colombia. La señal era recibida en Bogotá y sus alrededores por el canal 8 y en Manizales por el canal 10. Seguido al acto inaugural se dio paso a la emisión de los primeros intentos de programas de entretenimiento, desde los estudios de la calle 24, con un programa animado por Álvaro Monroy Guzmán en el que también aparecieron un grupo de reconocidos humoristas: Los Tolimenses. Además se montó la obra “Tarde” de Paul Vilar. Esta primera emisión tuvo una duración de 3 horas y 45 minutos.
La imagen tenía una calidad excelente, se habían superado los distintos problemas técnicos en la instalación y puesta en marcha del sistema y la acogida fue inminente. Las personas que tenían acceso a los televisores disfrutaron de inmediato del nuevo medio de comunicación, y para aquellos que no podían adquirirlos, el gobierno instaló televisores en algunas vitrinas de Bogotá y Medellín desde donde muchos vivieron el acontecimiento.
El primer reto se había logrado, lo que seguiría era mantener el sistema e idear las formas para que cada vez la televisión se posicionara más y más en la vida cotidiana de los colombianos.
La empresa de la Televisión tenía unos ideales y principios claros que fueron formulados desde su carácter estatal. El gobierno en busca de herramientas para la divulgación cultural y la educación popular, encontró en la televisión el medio ideal que a su vez servía para difundir la imagen de las Fuerzas Armadas y el proyecto político del gobierno.
Poco a poco se fueron ampliando los espacios televisivos, que eran prácticamente improvisados, pues no había una programación establecida, ni espacios de televisión fijos. Por lo regular se emitía un programa en directo y seguido uno pregrabado para dar tiempo para acondicionar las escenografías y los vestuarios en estudio para la siguiente emisión. Unos meses después se abrieron los espacios para la propaganda. Se pusieron cuñas al principio y al final de los programas en Noticiero gráfico, creado para hacerle propaganda al gobierno, en Lápiz mágico, con los mejores caricaturistas y patrocinado por el Banco Popular. También Conozca a los autores, de corte educativo, Mares y marinos de Colombia... Los primeros espacios deportivos estuvieron a cargo de Carlos Arturo Rueda y otros especialistas de la radio.
Un año más tarde se gestó el organismo encargado del manejo y funcionamiento del nuevo medio, este se llamó Televisora Nacional. Con la apertura de los espacios de propagandas se abrió la puerta para que la empresa privada comercializara los espacios televisivos.
Para 1956 se arrendaban los espacios en televisión y Alberto Peñaranda junto con su esposa crean la primera programadora privada Punch. Al poco tiempo nace RTI creada por Fernando Gómez Agudelo, el mismo que había gestionado todo el proyecto de la televisión años atrás. Aparecieron también las empresas de publicidad como Atlas y MacCann así como algunas empresas privadas que alquilaban los espacios y con su patrocinio televisaban obras teatrales y musicales.
En la década de los sesenta nace INRAVISION (Instituto Nacional de Radio y Televisión), tras una fuerte crisis económica de los fondos de la televisión estatal, que desemboca en el sistema mixto del manejo de la televisión en el país. Con esto, el sector privado manejaba la programación y la explotación de los espacios en televisión, pero el Estado seguía siendo el dueño del medio.
Durante los primeros años existía un único canal de televisión, y toda la programación era emitida por este. Sólo hasta 1967 aparecería un segundo canal en Bogotá, pero eso es otra historia.[15]
¡Cómo les parece, un televisor a blanco y negro de marca Siemens costaba 350 pesos! Mientras el salario mínimo mensual de un colombiano era de 120 pesos. ¡Un televisor costaba el equivalente al trabajo de tres meses de un obrero! Ya podrán imaginar lo que costaba un automóvil Ford, Dodge, Chevrolet o un Jeep Willis.
Y ya que nos pusimos en contexto con aquellos años regresemos a nuestra historia.
Habíamos quedado en que dos tipos con cara de matar a la mamá entraron aquella noche a la cantina, justo en el instante en que Araña les hacía un gesto obsceno a sus ignorantes excompañeros que lo habían vitoreado y cargado en hombros.
La única persona que pudo leer en sus malévolos rostros las oscuras intenciones fue una damisela que estaba sentada abrazando a un muy entusiasmado cliente. Al que logró empujar a un lado apenas un instante antes de que la daga desenfundada por uno de los sujetos pudiera penetrar su costado, salvándolo así de una herida mortal. ¡Y se armó el zafarrancho!



BITÁCORA

Domingo 18 de julio de 1954.
Ubicación: Navegando río arriba hacia Barrancabermeja. Cerca de Morales.
Clima: Soleado y muy caluroso. Zancudos por millones cuando estábamos ayer en la tarde en la orilla aprovisionándonos.
Ayer enganchamos el planchón. Se reventó la vieja guaya de proa, pero nos desvaramos con gruesos lazos de manila. Tendremos que esperar hasta llegar a Barranca y comprar el cable de acero adecuado y seguro para mantener firme el planchón contra la lancha. Más gastos. Ojalá no surjan más inconvenientes.
Cargamos 350 bultos con plátano, yuca y maíz con destino a Barranca. Nuestro primer contrato, pero muy barequeado por el comerciante. Todavía tenemos mucho espacio para más carga, esperamos cargar más en Morales, según se nos ha dicho.
No pudimos encontrar otro tripulante. La verdad, no podemos pagar un sueldo atractivo. Tal vez en Barranca. Necesitamos con urgencia un muchacho trabajador aunque no sepa nada de lanchas. También una buena cocinera, mi socio y yo estamos rendidos de tanto oficio en la lancha, además de turnarnos para pilotear, tener que cocinar.
Menos mal que el maquinista no resultó perezoso y nos ayuda más allá de sus deberes, aunque se mantiene a media caña, bebe ron desde que se levanta hasta que se acuesta, su tufo apesta. Observo que habla sin gaguear mientras más ha tomado, ¿será que el ron es buen remedio para la tartamudez?
El planchón venía con un perro negro incluido. Lo tenía por casa, se alimentaba de iguanas que cazaba en la orilla, es buen nadador. No tenía dueño. Mi socio trató de echarlo pero el perro aullaba, puedo jurar que le suplicaba que no lo echara, me conmoví y lo convencí para que lo dejara. Me gustan los perros. Además nos sirve de guardián contra los ladrones. Con el perro somos ya cuatro tripulantes.


Hoja 2.

Continúa...



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Abel Carvajal deja de escribir

 "La aventura de escribir ha terminado para mí en esta vida. Debo seguir por el sendero ancho que la Vida me muestra y prestar atención...