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LA FELICIDAD
“¡Cuántos humanos quisieran vivir como los delfines del océano que nadan, juegan, saltan y aman sin reglas ni restricciones! Sin tener que pensar en obligaciones, en dinero, en trabajar, en estudiar, en solucionar problemas, en aparentar ante otros, en cuidar sus posesiones materiales. ¿Acaso son los hombres más felices y libres que estos maravillosos cetáceos o que cualquier otro mamífero o ave de la Tierra? ¿Por qué otros seres de la Creación pueden ser felices mientras el Hombre, el heredero de Dios en la Tierra, anhela serlo sin lograrlo?”
Las palabras del antiguo pergamino eran contundentes. ¿De dónde lo habría sacado el alquimista? ¿Lo habría escrito él o también se lo habrían obsequiado? ¿Lo escrito aquí serviría realmente a los humanos?... Eran los cuestionamientos que deseaba plantearle al alquimista.
Prosiguió la lectura:
“La felicidad es un estado natural de armonía en el mundo, no es un concepto de la mente humana, por eso los seres con supuesta menor inteligencia, lo animales, lo logran desde su nacimiento, mientras los hombres pueden morir y nacer mil veces sin sentirla. Su mente los traiciona y los confunde. Creen que la felicidad es una explosión anímica, placer, emoción positiva al alcanzar las metas impuestas por su sociedad, por otros humanos o por sí mismos.
Se engañan pensando que el poseer dinero, salud, admiración, reconocimiento, poder o determinados bienes les dará felicidad. Se dicen a sí mismos: el día en que acumule tal cantidad de dinero seré feliz, el día en que tenga una casa como la he soñado seré feliz, el día en que me pueda retirar a vivir de una renta seré feliz, el día en que obtenga el auto que me gusta seré feliz, el día en que me cure de esta enfermedad seré feliz… Y ese día tal vez llegue o no. Si así sucede, tendrán una emoción jubilosa o una alegría que durará relativamente poco, pues al tiempo se cansarán o se olvidarán de lo anhelado y el objeto de su deseo para ser felices cambiará. Pero si nunca llega ese día serán infelices porque así se han programado.
Los hombres se aferran a una idea de felicidad que proviene de un concepto errado, lo llaman éxito.
El éxito no existe. Las metas no existen. Las posesiones no existen. La seguridad no existe… Todo es basura creada por la mente de los hombres. ¿Qué es el éxito para un colibrí? No sabe qué es el éxito y sin embargo siempre encuentra su alimento, el más delicioso manjar en el polen de las flores y el feliz. ¿Qué metas se traza una ballena? Ningún ser es de mayor tamaño que ella y vive sin metas, sin afanes, sin ambiciones, es feliz. ¿Qué bienes materiales posee el león? Ninguno, no obstante se le considera el rey de la selva y vive feliz. ¿Acaso existen las fronteras para las águilas, los halcones y los cóndores? Ciertamente no, y son felices. ¿Sabe una delicada flor que será cortada o pisoteada o que vivirá poco? No y pese a eso florece.
La mente de los hombres es la que ha creado una serie de conceptos que sólo les hacen la vida miserable....
Continúa...
LOS TRES PODERES
Saludó con una espontánea sonrisa a las jóvenes recepcionistas del gimnasio, al que acostumbraba ir tres o cuatro veces por semana al caer la tarde. Aunque no era un idólatra del cuerpo sí se preocupaba por mantener una buena condición física. Creía firmemente en aquella máxima de “mente sana en cuerpo sano”.
Sin embargo él no veía la hora, aquella tarde, de concluir la sesión para regresar a su casa y continuar leyendo ese misterioso pergamino que el alquimista le había entregado.
Esa noche en el gimnasio se le acercaron tres chicas en diferentes ocasiones. Percibía que las atraía sin proponérselo, sentía que irradiaba cierto magnetismo, de algún modo una de ellas así se lo dio a entender. “Parece que la paz interior de la que gozo ahora se refleja al exterior y las mujeres tienen como una especie de radar para percibir este estado. Ellas ven más allá que el mero cuerpo, no son como nosotros los hombres...”
Continúa...
EL AMOR
Al despertar recordó algunas escenas difusas del sueño que acababa tener. Meditó sobre su significado, pues sabía que la causa era el pergamino.
“¡Ya sé!”, dijo castañeando sus dedos: “Las religiones se rigen por símbolos a los que le cristianismo no es ajeno… Por supuesto, está claro como el agua. Los tres Poderes están representados por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El amor corresponde al Padre, pues fuimos creados por y con amor. El perdón está simbolizado en el Hijo, Él vino a perdonarnos, a perdonar nuestros pecados. Y el Espíritu Santo representa la Fe, el creer, lo intangible, lo invisible, el Poder como tal”...
Continúa...
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