sábado, 10 de diciembre de 2011

El tiempo de los robles (tercera entrega)

En primicia editorial y en simultánea con el blog http://territorio64.blogspot.com/ , presentamos a continuación la tercera entrega del nuevo libro de Abel Carvajal:

El tiempo de los robles


Historias basadas en personajes y acontecimientos reales.


Alfonso Carvajal Botero, Barrancabermeja, a principios de los años 70´s.


Capítulos 7 y 8 de la segunda parte: HISTORIAS DE ROBLES


Por: Abel Carvajal






7

EL ENCENDEDOR


En los azarosos 50´s ya habían arribado José y Francisco Carvajal Botero a la progresista ciudad de Barrancabermeja, en el Departamento de Santander. No tardó en llegar asimismo su hermano Alfonso, quien se apareció nada más que con unos aperos y una silla de montar en la mano, pues la yegua con la que había partido desde Carolina la había perdido a mitad del camino en una mala apuesta de una riña de gallos en Puerto Berrío (Antioquia).
Pronto entró a trabajar como medidor de los tanques de almacenamiento de crudo y productos refinados en la Tropical Oil Company, mejor conocida como la Troco.  Empleo que no supo conservar por causa de su rebelde espíritu: Una tarde él, camuflado entre los tanques a los que periódicamente debía medirles el nivel del líquido, disfrutaba de una breve siesta en horas de trabajo, pese a considerarse juicioso en su tarea.  Sin advertirlo se le apareció el jefe, un  fornido gringo muy impetuoso que para despertarlo y ponerlo en evidencia se le ocurrió, a mala hora, agarrarlo por el cabello y derribarlo, reclamándole a gritos su irresponsabilidad. Alfonso Carvajal, hombre de pacíficos modales excepto cuando se sentía violentado, extrajo de su bolsillo una afilada navaja barbera, implemento infaltable de los antioqueños y con la agilidad de un gato rayó con la cuchilla de lado a lado la pronunciada barriga del supervisor norteamericano.
Afortunadamente para ambos no fue una herida muy profunda, pero hubo la suficiente sangre para que el abusador gringo, huyera despavorido y jamás volviera a comportarse como el típico colono imperial con el esclavo; según se decía entre los obreros de la refinería luego del difundido acontecimiento.
Para Carvajal el precio de su osadía contra el Mister fue el despido tajante. Lo que a la larga se convirtió en un favor para él, pues en su tiempo libre se dedicaba a la compra-venta de cerdos y reses con destino al matadero, negocio que le resultaba muy lucrativo. Los cambios aunque parezcan adversidades en un principio al final terminan siendo favores de la Vida.  Se dedicó entonces de tiempo completo, como negociante independiente, al comercio de animales y carne.
Pronto compró una finca en sociedad con un paisano suyo, de apellido Sevillano, que les sirvió de base para el lucrativo comercio. La que vendieron a los pocos años ante una irrechazable oferta. La mitad del cuantioso dinero que le correspondió por la venta, le escuché decir muchos años después con una mezcla de orgullo y desprecio por el dinero, se la gastó en una semana en tragos y putas… “A este mundo venimos en pelota y nos vamos igual”, era una de sus frases favoritas.
Sevillano trabajó hasta su jubilación en la industria petrolera, mientras su ex socio Carvajal asumió como profesión para el resto de su vida la comercialización de ganado y carne. Más tarde reuniría de nuevo capital suficiente para comprarse él sólo otra finca, una muy buena, a orillas del río Magdalena con un exclusivo desembarcadero de ganado, muy adecuada para su negocio y para mantener sus caballos de paso fino, su más grande afición. Si bien continuó siendo un asiduo concurrente de burdeles, nunca volvió a gastar tan desaforada suma en ellos.
Sus negocios con el ganado fueron creciendo a través del tiempo, llegando a convertirse en el mayor proveedor de carne en canal de las plazas de mercado Central y Torcoroma de Barrancabermeja. Por su finca La Esperancita, gracias al exclusivo embarcadero río-tierra, pasó buena parte del ganado que Colombia exportó desde la costa Caribe a Venezuela en los 70´s durante el gobierno del sagaz presidente Alfonso López Michelsen, su más admirado tocayo y Liberal como él. Del que citaba una frase que le escuchó en una cena en la ciudad de Cúcuta con los ganaderos y representantes del gobierno venezolanos: “Los negocios se hacen es con los ricos no con los pobres…”
Fue con un rico ganadero de San Pablo, al sur del Departamento de Bolívar, al que le compraba ganado con frecuencia, que vivió una inolvidable anécdota a finales de aquellos fructíferos años 70:
El ganadero, un costeño campechano  muy adinerado pero poco conocedor de las modernidades del mundo tal vez debido a una vida demasiada dedicada al trabajo, poco estudio y excesivo aislamiento en el campo, se vio obligado a embarcarse un día río arriba desde San Pablo hasta Barranca, donde vivía Alfonso Carvajal, para que le pagara un ganado que le había vendido días atrás, tal y como lo acordaron...

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8

UNA LENGUA LEGENDARIA


Para Alfonso Carvajal Botero, la afición por los caballos de paso terminó obligadamente con el ingreso del dinero de los narcotraficantes a este negocio, cuando comenzaban los convulsionados 80´s. Los precios de los más finos equinos alcanzaron cifras exorbitantes, alejando a buena parte de los antiguos criadores. Como alguna vez se lamentó: “Los mafiosos se tiraron este deporte”, (y corrompieron muchas cosas más del sencillo estilo de vida y moral de los colombianos).
   
Pero una desgracia mayor cayó sobre el país. A partir de los 60´s, inspirados en el triunfo de la revolución cubana, justificándose en las desigualdades sociales y aprovechando la compleja geografía, surgieron en Colombia los movimientos guerrilleros. Conformados mayoritariamente por campesinos, quienes adoctrinados por sus comandantes, varios con formación universitaria, adoptaron ideologías foráneas provenientes de Cuba, de la Unión Soviética y de la China maoísta. Los que para financiarse optaron por la extorsión y el secuestro, principalmente a ganaderos y empresarios del sector rural, en las zonas donde en un comienzo se movilizaban.
Pronto descubrieron la mina de oro en que estaban sentados con sus fusiles, extendiendo su negocio a todo el país. El secuestro se convirtió en una industria maldita, la que a su vez les significó su perdición, pues perdieron todo el apoyo popular para su causa y todavía más cuando desarrollaron su segunda línea de negocios: el narcotráfico. Se condenaron a sí mismos, odiados y temidos por su propio pueblo, al que pretendían defender.
Una de las primeras víctimas de este monstruoso crimen fue don Eugenio Mesa Carvajal, hijo de Graciela Carvajal, la primera hija de don Abel Carvajal Múnera. Él, un próspero ganadero y comerciante afincado en Puerto Berrío (Antioquia), fue violentamente secuestrado por el autodenominado ELN. Eligió como negociador a su tío Alfonso Carvajal Botero… Pero por ahora dejemos aquí, pues esa es otra historia, secreta todavía. Así como la del secuestro de su mejor amigo años después por las temibles FARC.
Pero Alfonso Carvajal tampoco se salvaría de ser víctima.
Antes de concluir esta tenebrosa década de los 80´s, un día en horas de la madrugada mientras conducía en aquel entonces su campero Toyota 4x4, por la carretera que conduce de Barrancabermeja al corregimiento de Yarima (Santander), viajando solo, con destino a una hacienda donde pensaba comprar un ganado, intempestivamente debió frenar por un tronco de árbol caído atravesado en el camino, tras el que descubrió a varios hombres vestidos de camuflaje, de mal aspecto calzando botas de caucho y armados con fusiles. Apareciendo luego más tropa a ambos lados de la carretera.
De inmediato supo quiénes eran y de qué se trataba el asunto. No había manera de retroceder el carro o escapar corriendo, las probabilidades de éxito eran contrarias a tal evento. Aunque algunas veces cargaba su viejo revólver Smith & Wesson calibre 32, no era tan estúpido como para enfrentarse a tiros contra una veintena de guerrilleros armados con poderosos fusiles soviéticos AK-47 y similares. Así que decidió recurrir a su mejor arma, una con la que la naturaleza le había dotado: su lengua.
Lo obligaron a apearse del automotor. Él pacífica y cordialmente accedió...

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Fin de la primera parte: HISTORIAS DE ROBLES*, (19 de mayo de 2009).
©2009, crónicas por Abel Carvajal bajo el título original de “Historias de robles”.  



"Llueve sobre Medellín". Foto por Abel Carvajal


 (*) Nota del autor

El apellido Carvajal es de origen leonés, del siglo X y significa "lugar o bosque de carvajos", procedente de la palabra "carvajo" que significa roble. También en portugués tiene significado similar. En América no está claro quiénes eran los primeros Carvajal que llegaron. Seguramente no procedían de un alto linaje sino más bien todo lo contrario, como la gran mayoría de conquistadores y colonizadores ibéricos de aquellos oscuros tiempos. Sin embargo, no puedo dejar de observar que buena parte de los hombres y mujeres que he conocido y de los que he escuchado, dentro y fuera de mi familia portadores del apellido Carvajal, le hacen honor al significado figurativo del roble: persona muy fuerte y resistente, en todos los aspectos.
Varios de estos robles, muy cercanos familiarmente a quien les escribe, fallecidos ya, protagonizaron las historias inspiradas en acontecimientos reales que me relataron o que conocí de la fuente primaria, los que escribo aquí tratando de estar muy apegado a esos hechos; aunque a decir verdad no faltaron los adornos y fantasías estilísticas propias de una amena narración. Sucesos que tal vez rayaron con lo ilegal o lo inmoral, pero no es asunto del escritor o del lector el juzgar. Conservé los nombres de pila originales de los protagonistas así como los de algunos personajes que aparecen, pero cambié los nombres de otros más para evitar agravios o susceptibilidades.
Estos Carvajal aparte de la sangre y el apellido, tenían en común el que eran antioqueños, es decir nacidos en la emérita Provincia, Estado y ahora Departamento de Antioquia en la  República de Colombia. Todas estas historias transcurrieron en el agitado siglo XX, en determinados pueblos y ciudades de los hermanos países  Colombia y Venezuela, pues otra característica propia de los antioqueños es el de emigrar con facilidad en busca de fortuna o de una mejor vida.
Desde hace varios años quienes escucharon o conocieron algunas de estas historias han pedido que se escriban. Dudé en redactarlas por mucho tiempo, debido a diferentes motivos o supuestas justificaciones, hasta que entendí que era parte de mi inexorable destino y aquí están.  Además todo aquel que ha sido conocedor o testigo de la Historia creo que tiene la obligación de registrarla, porque es cierto que el pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla.
Primero seleccioné las que consideré más atractivas y verosímiles para una masa de desconocidos lectores en la Internet, que en estilo de historias cortas o crónicas publiqué bajo el título “HISTORIAS DE ROBLES” (©2009, Abel Carvajal). Consignadas de nuevo en esta primera parte del libro pero ahora en versión revisada, corregida y adaptada. Me guardé, en ese momento, muchas historias más que calificaba de secretas o de no publicables…
Escribí estas narraciones no tanto para guardar la memoria de los personajes, del apellido o de una familia, lo que de por sí solamente sería válido, sino para que las próximas generaciones de habitantes de este mundo tengan una idea de cómo pensaban, actuaban y vivían muchos de los colombianos del siglo XX. Para que se conozca y se comprenda mejor la historia de este sorprendente país y a su asombrosa gente. Para que los colombianos (y todos los iberoamericanos) del  presente y del futuro encuentren el lugar que les corresponde al tener vigente nuestros orígenes, los que a veces parecen no importarnos. Para que respeten su pasado honrando a sus ancestros, sus tradiciones y sus costumbres. Para que se cuestionen las culturas importadas y prácticas foráneas, algunas más perniciosas de lo que creemos, aunque vengan en nombre de un  equivocado concepto de Globalización o peor, en nombre de un supuesto mundo dizque más avanzado.
A continuación escribo las demás historias que conservo en mi memoria, las no publicadas y las merecedoras de relatar. Con la entrada a escena de otros dos robles.  Algunas de las historias secretas, debo advertir, pueden parecer increíbles al lector o producto de la fantasía del escritor, pero ciertamente ocurrieron…  más o menos así:


(En la próxima entrega: Capítulos 1 y 2 de la segunda parte: HISTORIAS SECRETAS DE ROBLES... ¡Espérela en enero del 2012!)


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jueves, 24 de noviembre de 2011

El tiempo de los robles (segunda entrega)

En exclusiva editorial, como primicia para los amables lectores de este blog (en simultánea con el blog http://librosdeabelcarvajal.blogspot.com/ ), a continuación la segunda entrega del nuevo libro de Abel Carvajal:




El tiempo de los robles

Relatos inspirados en hechos y personajes reales


Alfonso Carvajal Botero con su hijo primogénito (el autor), Barrancabermeja, 1964.


Por: Abel Carvajal


Capítulos 4, 5 y 6 de la Primera Parte: Historias de robles


4

UNA NOVIA PARA TRES


Antes de empezar la década de los 50’s Colombia entró en uno de los períodos más violentos de su historia: Se desató una cruenta y larga pelea por el poder entre los dos partidos políticos tradicionales, el Liberal y el Conservador, que trajo como consecuencia múltiples crímenes y asesinatos como el del popular candidato liberal a la presidencia de la República el abogado Jorge Eliécer Gaitán. Se conformaron grupos paramilitares partidistas como “la Chulavita” (conservadores), y nacieron los grupos guerrilleros como las “Autodefensas Campesinas” (liberales). Esta época de terror se conoce simplemente como “la Violencia”, que duró hasta bien entrada la década de los 60’s.

Durante la Violencia, la orgía de sangre enloqueció a millares de colombianos, facilitándose una siniestra creatividad que cómodamente superaba a la de los más temibles criminales de la humanidad. No bastaba con matar al enemigo sino además torturarlo en el acto mismo y exhibirlo como trofeo.  Algunos seccionaban la garganta de su contrario y le extraían la lengua por el corte dejándola colgada sobre el pecho del cadáver, cruel método que se llegó a conocer internacionalmente como “la corbata colombiana”. Distinto procedimiento pero también practicado con reiteración, era cercenar el pene del rival e introducírselo en su agonizante boca. Otro, con una variante no menos psicopatológica, era que en vez del pene cortaban sus testículos…  Podría citar más horrendos casos, pero ya es suficiente ilustración.

Las endebles fuerzas militares y policiales de aquellos días, reflejo de también débiles y corruptos gobiernos de turno, poco podían hacer. Cuando no gobierna un soberano fuerte y enérgico, aparecen los feudos dominados por poderosos señores, malvados la mayoría; ésta siempre ha sido la repetida lección de toda la historia humana.

Fue en los inicios de esta escabrosa década en que falleció don Abel Carvajal Múnera. A los pocos años emigraron sus hijos mayores a Barrancabermeja, el pujante puerto petrolero sobre el río Magdalena en el Departamento de Santander, en busca de fortuna y una nueva vida. Uno de ellos, Francisco Abel Carvajal Botero, a quien llamaban Pacho, fue de los primeros en arribar a la naciente ciudad de las tres “P”, por lo de Petróleo, Plata (dinero) y Putas. En donde una gran colonia de antioqueños se había afincado, empleándose casi todos en los campos petroleros o en la refinería de la Tropical Oil Company o convirtiéndose en proveedores de mercancías o servicios para esta gran empresa o para sus trabajadores.

El joven Francisco Carvajal se había empleado como mecánico automotriz, una de sus dos pasiones,  pero la segunda lo metería en problemas. Tenía una insistida afición por las mujeres, en especial por las dedicadas al llamado oficio más antiguo del mundo, lo que por poco le cuesta la vida en aquellos peligrosos días:

En una de sus frecuentes visitas al prostíbulo de moda del caluroso puerto, no pudo evitar fijarse en la más agraciada de las damiselas, una voluptuosa antioqueña, paisana suya. Como era hombre  físicamente muy atractivo, no le fue difícil atraerla a su mesa. Rato después, de tomar un par de cervezas muy conversadas, se le hizo impostergable la rigurosa visita al orinal.

Justo al tiempo entra un cabo de la Infantería de Marina, que va y se sienta con la que consideraba su novia, la misma mujer que esperaba a Francisco. No llevaban demasiado  tiempo los dos acaramelados con sus jugueteos, risas y abrazos, cuando de repente irrumpe en el bar del burdel un sargento de la Chulavita, quien al descubrirlos enceguecido de celos se arrojó ferozmente contra el joven suboficial de la Armada, pues la no casta meretriz era supuestamente (por él) también su novia. Lucharon tal cual película del Oeste americano rodando por entre mesas, botellas, clientes y damas gritando, pero aquel marino era un moreno alto y bien fornido. El chulavita, un mestizo proveniente del altiplano cundiboyacense (centro de Colombia), siendo muy bravo pero bajo de estatura, pronto se sintió en desventaja y decidió inclinar suciamente la balanza a su favor desenfundando una bayoneta que llevaba al cinto. El marino sólo alcanzó a agarrar la mortal arma por la hoja doblemente filosa con su mano izquierda. El agresor haló ésta cortando la carne de la mano que trataba de quitarle el mortal cuchillo militar, la sangre afloró...

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5

TRESCIENTOS


A partir de la segunda mitad del siglo XX, mientras Colombia todavía un país rural cuya economía afincada en el sector agropecuario se hundía en el período más violento de su historia, Venezuela entraba en una extraordinaria bonanza económica gracias a su muy abundante petróleo, llegando a convertirse en el país más rico y flamante de América Latina; lo que fácilmente se evidenciaba en las calles, autopistas y edificios de su moderna capital Caracas. La ilustre patria de Miranda, Bello, Bolívar y Sucre acogió a millones de inmigrantes provenientes de los más diversos países en busca de las oportunidades que ofrecía, en especial a los hijos de Colombia, su hermana siamesa no sólo por su historia y un origen común, sino además por la inmensa franja que las une desde el ombligo y que llega hasta el corazón de ambas: los majestuosos Llanos Colombo-venezolanos. Inmigrantes que contribuyeron de manera considerable a su desarrollo y prosperidad.

Es en los años 70’s, cuando Venezuela estaba en la cumbre de esta época dorada es que ocurre la aventura que relataré de Francisco Abel Carvajal Botero, quien aunque nunca se casó ni engendró hijos, llevaba viviendo desde hacía más de veinte años con una bella y leal señora como compañera, madre viuda de cinco juiciosas hijas, primero en Guatire y después en Caracas. Él se había desempeñado como mecánico de vehículos pesados y luego con sus ahorros compró un minibús o van de transporte público urbano en Caracas, que nadie más que él conducía. No sobra agregar que él fue un destacado deportista, practicó la halterofilia o el levantamiento de pesas llegando a ser subcampeón nacional de Venezuela en la categoría de peso pesado, con lo que ganó un portentoso físico que lo hacía muy atractivo para las damas.

Un día en la madrugada, cuando conducía su minibus como de costumbre hacia la terminal para iniciar la ruta asignada, sobre la acera de una calle cualquiera vio que una hermosa joven le hacía señas para que se detuviera. La escasa y seductora vestimenta de ella ayudó en tal propósito, los hombres a veces pensamos más con las hormonas que con las neuronas.

Ella abrió la puerta delantera sentándose en la primera silla situada justo a su lado. Francisco le explicó que todavía no estaba en ruta, a lo que ella replicó coquetamente que iba justamente cerca de la terminal y que le sería de “buena” compañía. No necesitó de más argumentos para que él aceptara darle el aventón.

Se dio la conversación rompehielos de rigor, no muy extensa. Pronto la inquieta mano diestra del sonriente conductor “confundió” la palanca de cambios con la pierna de su acompañante, quien no mostró signos de rechazo… La mano siguió subiendo por la pierna, ella se le acercó más y le rodeó el cuello con su brazo. Los dedos de él se encaminaron ahora hacia la entrepierna de ella bajo sus cortos shorts, avanzaron por el bosque hasta que en vez de encontrar la entrada a una deseada cueva tropezaron con un inesperado tronco…  ¡Francisco, sacó su mano de un tirón como si hubiera tocado la cabeza de una serpiente cascabel! La pasajera resultó que era un pasajero, un hombre en vez de una mujer.

Sintiéndose burlado y con el ego masculino herido, agarró un recortado cable eléctrico de una pulgada de diámetro que guardaba bajo su silla como arma de dotación choferil y empezó a azotarlo mientras lo insultaba. El aterrorizado travesti saltó al pavimento y corrió como alma que lleva el diablo.

Cuando el sorprendido Pacho se inclinó a cerrar la puerta que dejó abierta su afanado pasajero descubrió bajo la silla un fajo enrollado de billetes...

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6

EL NOVIO FUGITIVO



Apenas murió don Abel Carvajal Múnera en el año de 1950, ya viudo desde hacía quince años, debió Lucila, su joven hija mayor asumir la difícil responsabilidad  de sustituirlo como cabeza de familia ante sus demás hermanos y trabajadores de las fincas.

Tratando ella de asegurar la manutención y una buena educación para los menores, debió empezar a liquidar el ganado y vender las fincas que su padre les había dejado. Pero ante una sociedad tan machista y un inabordable mundo de los negocios para una inocente mujer de aquella época, encargó para tal fin a su hermano Alfonso, el segundo varón de la familia y único disponible con edad suficiente; pues José, el mayor de todos, se había marchado tempranamente para Barrancabermeja en busca de fortuna y aventuras, luego de haberse gastado la mayor parte de la herencia que le correspondía en las cantinas y entre las bragaduras de varias señoras alegres de Carolina del Príncipe y de los pueblos circundantes.

El joven Luís Alfonso Carvajal Botero, quien siempre prefirió que lo llamaran por su segundo nombre, ensilló su bestia favorita y con la ayuda de un par de arrieros se dirigió con un gran hato de ganado hacia la feria del municipio de Yarumal. La pequeña ciudad de donde era oriunda su difunta madre doña Magdalena Botero. Pero allí, como en toda feria ganadera que se respetara además de reses abundaban negociantes, comisionistas,  vaqueros y mujeres detrás del cuantioso dinero que circulaba, por supuesto.

Pasaron ocho días, tiempo más que suficiente para que su hermano Alfonso hubiese regresado con el producto de la venta de aquellos semovientes, pero no aparecía por ningún lado ni noticia alguna se sabía de él, aunque los arrieros habían regresado al día siguiente de partir asegurándole a Lucila que habían encerrado sin problemas las reses en uno de los corrales de la feria, lo que no dejó de preocuparla. Envió entonces a Francisco, su otro hermano aún adolescente, a buscar a Alfonso.

Transcurrieron otros siete días y ahora no aparecían ni Alfonso ni Francisco, pero escuchaba de boca de otros hombres que regresaban de la feria a Carolina, que a sus jóvenes hermanos los habían visto muy saludables y bien “acompañados”. Tal vez esta última palabra, o más bien el tono socarrón con que la pronunciaban, fue lo que más preocupó a la angustiada hermana mayor, quien sin pensarlo mucho montó su caballo (tenía fama de ser la mejor amazona de la región) y dejando encargada a sus otras dos hermanas de la casa y de los dos niños, salió al galope a descubrir qué pasaba con sus hermanos y el ganado o el dinero.

No necesitó ella de muchas pesquisas pues pronto encontró a Alfonso en la plaza principal de Yarumal entre los cariñosos brazos de una hermosa joven nativa. 

El susto que él se llevó al ver a su furiosa hermana fue tal, que se cayó de la banca donde estaba apoltronado con su amada como par de tortolitos...

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PRÓXIMA ENTREGA: Capítulos 7 y 8. (Fin de la Primera Parte: Historias de robles)

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sábado, 15 de octubre de 2011

El tiempo de los robles (primicia editorial)

En exclusiva editorial, como primicia para los amables lectores de este blog, en simultánea con el blog http://territorio64.blogspot.com/ , presentamos a continuación los tres primeros capítulos del nuevo libro de Abel Carvajal:

El tiempo de los robles


Relatos inspirados en personajes y acontecimientos reales.


Por: Abel Carvajal



FOTO: Alfonso Carvajal Botero, Barrancabermeja, años 70´s.



PRIMERA PARTE


HISTORIAS DE ROBLES


A la memoria de Amparo Carvajal Botero.
Quien honró a Colombia con su nacimiento y a Venezuela con su muerte.



1

LA  APUESTA SECRETA


En los albores de los años 20´s en el pictórico pueblo antioqueño de Carolina del Príncipe, vivía don Abel Carvajal Múnera, hijo de un misterioso hombre mulato que había aparecido en el pueblo un día cualquiera de la segunda mitad del siglo XIX llamado Eusebio Carvajal del que poco o nada se supo, a lo mejor esclavo fugitivo o liberto o tal vez hijo de una esclava. Pues bien, don Abel había enviudado prematuramente y quedó de su breve matrimonio una hija a quien bautizó Graciela, quien para aquella época ya era una joven de unos 17 años, próxima a graduarse del colegio.

Don Abel, hábil negociante y emprendedor había también labrado una no despreciable fortuna. Cuentan que tuvo una secreta mina de oro en compañía de otros dos socios, quienes al morir los tres, se llevaron el secreto de la ubicación a la tumba tal vez honrando un antiguo pacto de caballeros, pues ni a sus hijos le enseñaron la tal mina. Por lo que la mina quedó en medio de la realidad y la leyenda. Pero lo cierto era que él de vez en cuando se aparecía en su casa con grandes chicharrones de oro puro. Probablemente ese oro fue la base de su riqueza, pues para la época de esta historia, él ya cercano a los 40 años, era dueño de dos fincas una de caña panelera y otra de ganado lechero con buenos caballos y mulas, de una gran casa en el pueblo, además de una tienda de granos y abarrotes situada en la misma plaza principal de Carolina. Así que fácilmente podía costearle a su única hija el mejor colegio de la región, un internado para señoritas en la pequeña ciudad de Yarumal, dirigido por monjas. A donde por lo menos una vez al mes iba a visitarla como padre responsable que era.

Un día mientras visitaba a Graciela, ella muy alegremente le presentó a su mejor amiga y compañera, uno o dos años mayor,  la bella joven Magdalena Botero, de familia de blanca estirpe radicada en Yarumal cuyos ancestro seguramente provenían de Italia, de acuerdo al apellido, pero con poco oro. El señor Carvajal quedó prendado, pero como en un buen romance la desprevenida presentación traería problemas.

El enamorado señor empezó a visitar con más frecuencia el internado, generoso en obsequios para con su hija y su compañera. Muy pronto, como mujer que era, percibió en las cada vez más   asiduas visitas de su progenitor el tono de Romeo, más aún cuando andaba cerca Magdalena, su mejor amiga hasta esos días. Sin perder tiempo la perspicaz hija recriminó de coqueta y traidora a la compañera, ordenándole alejarse de su padre, mientras a él le apuntilló la vergonzosa diferencia de edad que los separaba. “Pero el amor cuando llega así de esta manera uno no se da ni cuenta, no tiene horario ni fecha en el calendario…”, versa la canción “Caballo viejo”. Pero más sabe el diablo por viejo que por diablo, reza también el refrán.

Don Abel siguió con su cortejo a Magdalena haciendo caso omiso a las palabras de Graciela, que interpretó como pataleos de una hija celosa. Magdalena, presa de angustia no sabía qué decidir, estaba atrapada entre su corazón y la supuesta lealtad que le debía a la amiga.

A sus mejores amigos  él contó aquel problema en el que se hallaba, por un lado el amor filial a su hija y por el otro el rejuvenecedor sentimiento que crecía hacia la amiga de ella. Ellos no creían que pudiera prosperar ese iluso enamoramiento entre un hombre casi cuarentón y aquella muy joven dama, aconsejándolo olvidarla, sin embargo él estaba convencido de lo contrario. No tardó en lanzarse una apuesta, costumbre muy popular entre los antioqueños aún hoy en día, y el señor Carvajal que se tenía mucha confianza en las lides del galanteo, pues no faltaban los hijos ilegítimos que le adjudicaban una que otra señora del pueblo, aceptó. Se pactó entonces en secreto una apuesta, una grande, don Abel apostó a que antes de un año convertiría a la joven Magdalena Botero en su segunda esposa y los amigos apostaron en contra de tal evento, por supuesto.

El amor sumado al orgullo y a la ambición pesó más que los sentimientos hacia su hija. Desplegó el astuto señor toda su artillería, estrategia y tácticas para conquistar pronto el corazón de la hermosa Magdalena. Ante lo que Graciela trató de interponerse amenazando seriamente a su padre con jamás volver a poner un pie en casa si él continuaba con sus ridículas intenciones de cortejo hacia su antes amiga, maldiciendo la hora en que los presentó...

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2

EL MOSCO GANADOR


No había pasado mucho tiempo desde que había finalizado la Segunda Guerra Mundial y Colombia estaba próxima a entrar en uno de los períodos más violentos de su historia. Mientras, en el apacible y frío pueblo de Carolina del Príncipe, enclavado en las montañas antioqueñas del país, en esa chicha calma que presagia una gran tormenta, sus pobladores se aburrían de la monotonía. ¡Hasta que a alguien se le ocurrió una idea para salir del tedio o tal vez  para ganar dinero fácil! ¿Qué cosa? Pues una apuesta, ¿qué más hacía hervir la sangre de aquellos antioqueños?

¿Qué clase de apuesta? Una carrera de caballos.

Existía en una finca cercana al pueblo un caballo negro famoso por su resistencia y velocidad, llamado El Mosco, del que se decía que no había en Carolina otro equino que le pudiera ganar. Entonces la idea era enfrentarlo con el mejor caballo del pueblo más cercano: Gómez Plata. Sí, con nombre de los dos apellidos de probablemente la familia fundadora de este municipio del Departamento de Antioquia, en el que  sus pobladores siempre han mostrado cierta rivalidad con los de Carolina y recíprocamente, lo que era más notable en aquellos tiempos. Se conformó pues un comité organizador que hablara primero con el propietario de El Mosco: don Abel Carvajal Múnera.

El patriarca don Abel, olfateó de inmediato una oportunidad de ganar una buena cantidad de dinero y aceptó. Luego se lanzó el reto a los líderes de Gómez Plata quienes como se esperaba no demoraron en aceptar. Se fijó entonces la carrera para un domingo determinado en el calendario, entre El Mosco y una famosa mula de Gómez Plata que contaba con gran cantidad de fanáticos, partiendo de la plaza de Carolina hasta la meta en la plaza de Gómez Plata, una distancia de más o menos una hora a todo galope.

El viejo roble conocía muy bien a su corcel y también a la célebre mula. No le quedaba ninguna duda que El Mosco ganaría de sobra. Así lo aseguró ante el comité organizador, los apostadores, los concejales, el alcalde, el cura… o lo que es lo mismo, a todo el pueblo. Las apuestas crecían cada día entre los corredores  oficiales ubicados en ambas plazas municipales. Pese al enfrentamiento de los dos pueblos, la codicia individual se impuso al orgullo municipal, pues muchos habitantes de Gómez Plata que conocían al veloz  Mosco, gracias a que don Abel tenía varios negocios allá y siempre se aparecía en su brioso azabache que despertaba más de una envidia, al que por veloz y negro lo bautizó así, inclinaron las apuestas muy a favor de El Mosco. Se acumuló una bolsa cuantiosa...

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3

EL ATAÚD EN LA ESCALERA


Poco tiempo después de que Henry Ford y sus competidores organizaran la producción industrial en cadena de sus autos y camiones en los Estados Unidos, empezaron estos a circular por los rudimentarios caminos entre las montañas de Colombia. No demoró la creatividad criolla en adaptar y diseñar una pintoresca carrocería para camión, que facilitara el transporte tanto de gente con sus animales domésticos como de carga; fabricada en madera la mayor parte, abierta al costado de las bancas y con una fuerte plancha en el techo de modo que resistiera el peso de gran carga y más pasajeros. A este típico bus o camión lo llamaban “escalera” en el occidente y “chiva” en las demás regiones del país. Todavía hoy se les puede ver rodando, aunque ahora más como buses turísticos.

Los principales pueblos antioqueños contaban con sus flotas de escaleras, medio de transporte indispensable que unía a los pueblos entre sí y con la capital del departamento: Medellín. Estos pictóricos camiones impulsaron el comercio y desarrollo del país como nunca antes se había visto, pues llegaban hasta donde no el ferrocarril, por caminos donde sólo las mulas antes transitaban, gracias a miles de temerarios conductores o choferes y sus ayudantes.

Uno de estos valerosos hombres, en su momento joven ayudante de una escalera de la flota de Carolina y al que apodaban “Chispas”, a mediados del siglo XX, en un viaje de regreso desde Medellín casi ocasiona un grave y formidable accidente.

Aquel día en particular la escalera transportaba sobre el techo un lujoso ataúd para un hombre rico del pueblo que había muerto la noche anterior, pues los mejores carpinteros especialistas en las más adornadas mortajas estaban en Medellín. Arrancó el bus escalera con pocos pasajeros, pero por el camino como de costumbre paraba para recoger a muchos más, los que al ir trepando  preguntaban de quién era el féretro, Chispas quien cobraba el pasaje y ayudaba a escalar tanto la carga como a la gorda matrona que difícilmente lograba vencer la gravedad, o al campesino de corta estatura para quien el primer peldaño le quedaba arriba de su ombligo, les respondía con pocas palabras que la caja mortuoria era de don fulano de tal...

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PRÓXIMA ENTREGA: Capitulos 4, 5 y 6. ¡Con otros relatos increíbles de dos robles más...!


©2009, Abel Carvajal

©2011, versión corregida y ampliada por Abel Carvajal

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Abel Carvajal deja de escribir

 "La aventura de escribir ha terminado para mí en esta vida. Debo seguir por el sendero ancho que la Vida me muestra y prestar atención...