«La mera existencia de las bibliotecas proporciona la mejor evidencia de que todavía podemos tener esperanza para el futuro del hombre»
(Se le adjudica esta frase
a T.S. Eliot)
Los que hoy llamamos clásicos, fueron privilegiados que tuvieron acceso a periódicos o revistas de la época y libros, por supuesto. Leer era exclusivo de los educados, signo de distinción, que los diferenciaba de los siervos. Y escribir, así fuera una carta, era prerrogativa solo para ilustrados. En esas épocas, ser ilustrado, escritor y tener acceso a medios impresos garantizaba notoriedad y que su nombre fuera recordado en la posteridad.
Hasta antes de finales del siglo XX, la literatura cumplía la función
primordial del entretenimiento, a falta de los avanzados medios audiovisuales
de hoy. Digan lo que digan, la tecnología mató a la literatura o, para no ser
tan tajante, la debilitó. Solo unos pocos "monjes" modernos seguirán
leyendo un arcaico libro de novela, relatos, cuentos, ensayos y, menos, poesía
y filosofía.
Hoy las bibliotecas se han convertido en salas de internet. Las que no, parecen
vetustos museos que guardan reliquias: libros.
O quizás, el libro impreso y las bibliotecas atraviesan un periodo de oscurantismo
y renacerán en un futuro. El tiempo dirá si habrá un nuevo Renacimiento.
¿Continuará?...
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