martes, 8 de marzo de 2022

Los hijos de los antiguos siervos (parte 1)

 “Ignem veni mittere”

“Yo he venido a prender fuego en el mundo; y ¡cómo quisiera que ya estuviera ardiendo! Tengo que pasar por una terrible prueba, y ¡cómo sufro hasta que se lleve a cabo! ¿Creen ustedes que he venido a traer paz a la tierra? Les digo que no, sino división. Porque de hoy en adelante, cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres. El padre estará contra su hijo y el hijo contra su padre; la madre contra su hija y la hija contra su madre; la suegra contra su nuera y la nuera contra su suegra” 

(San Lucas 12:49-53)


Les contaré una antiquísima leyenda, secreta para la mayoría de los mortales:

En el Génesis se escribió lo que le pasó a Caín después de asesinar a Abel, fue condenado a vagar por la tierra con una marca y nadie podría matarlo... Pero no se escribió qué sucedió con el espíritu inmortal de Abel, el pastor que agradó al Creador. 

El Padre Celestial le dio una misión milenaria a Abel. Su espíritu inmortal, por ser hijo agradecido, debía encarnar muchas vidas a lo largo de la Historia del Hombre desterrado del Paraíso, el Hombre que había perdido el don de la inmortalidad. Siendo Abel su observador y su testigo para, después de la segunda oportunidad concedida luego del Diluvio Universal, decidir si acababa o no con el Hombre. Abel será testigo, no juez, en el día del Juicio Final, en el que se decidirá el fin de los tiempos o la supervivencia del Hombre. 

El justo Abel, así ha reencarnado varias vidas en diversas épocas del Hombre, pero cuando el Juicio esté cerca, con el don del entendimiento aumentado por siglos de vida, será su última vida en el Universo de la materia y del tiempo, y será bautizado de nuevo con el nombre de Abel.

No confundas al Hijo de Dios, que encarnó una sola vez, con Abel, el pastor predilecto que ha reencarnado por siglos. Uno es el Rey del Universo y otro el testigo. Porque en todo Juicio, los testigos pueden salvar o culpar al acusado, oportunidad que un buen Juez da. Fácil de entender, hasta para los mortales que buscan comer del fruto prohibido infructuosamente. Nadie jamás comerá del fruto prohibido: el conocimiento del TODO.  ¡Los mortales lo buscarán por siglos y jamás lo comerán! Sentenció Abel, en los comienzos del tiempo del Hombre.


Quizás este sea el inicio de un nuevo libro o nunca lo concluya, por ahora continuará en quince días... y en otros quince.

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